domingo, 27 de febrero de 2011

TODOS QUIEREN SER COMO TIM


Y la elección de Duncan para el All-Star será el reconocimiento, la tradición y el honor a su capacidad de adaptación a sus nuevas condiciones y a los nuevos Spurs” 
Antoni Daimiel.

La selección del All-Star es un ejemplo de atención, en la combinación entre la promoción de jóvenes figuras y el respeto a estrellas veteranas. En equipos de Este y Oeste, comparten banquillo los Durant, Rose y Paul con Garnett, Allen, Bryant, y un tal Tim Duncan que colecciona su 13º All-Star consecutivo, justo las temporadas que lleva de profesional.

Puede que sea el último Fin de Semana de las Estrellas para este jugador que comienza a descender desde la cima de la alta montaña en la que se ha encaramado durante toda su carrera.

Bajan sus números, ya no le hacen el 2 contra 1 tan a menudo como antes, y su rodilla le está pasando la factura de tanto duelo en el salvaje oeste. Aún así, frente a la obcecación de Lebron por conseguir anillos que den brillo a su currículum, o la actual fiebre de Bryant,  que le hace repetir pecados de juventud, destaca la inteligencia de un Duncan que sacrifica su ego y se amolda a estos nuevos Spurs de gatillo fácil que lideran la liga. 

La grandeza de este pívot supera títulos, estadísticas o MVPs, y se basa en un inmenso legado grabado en la memoria de los aficionados.

Un legado conformado por el recuerdo del ala-pívot old school en pleno siglo XXI, con la inteligencia para saber combinarse con un argentino de sangre fría y veneno en los dedos, y un francés al que la canasta le atrae casi tanto como las mujeres, para formar la base de una dinastía a la que aún le quedan balas en la recamara.

El amor al negro y plata; el fallar los tiros libres para hacernos creer que era humano; el carisma de no tener carisma; el desprecio a las pesas; el latido caribeño y la abstracción del antiguo nadador; los cuatro anillos; el que los jóvenes pivots de la NBA (Horford, Bynum, Aldridge, Jefferson…) coincidan en su respuesta a la pregunta de con qué jugador les gustaría que les comparasen; ese tirito a tabla; el crecer junto al viejo soldado; ese caminar cabizbajo; y el conseguir que la antipatía hacia un equipo con un juego, muchas veces, agrio se convierta en cariño y respeto por los que se empeñan en llevar la contraria a quienes opinan que su tiempo ya pasó.

Gestos, que se resumen en uno. Donde, antes del partido, otros lanzan talco o golpean la base de la canasta, el sobrio ritual de Duncan consiste en abrazar a un balón que, si pudiese, le devolvería el abrazo para agradecer a “The Big Fundamental” lo bien que lo ha tratado durante todos estos años.

Tradición, Ambición, Jerarquía, Pelea, Honor, y un dedo libre en su mano al que le falta lucir anillo.

Go Spurs! 

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