Senda de ida y vuelta en la que
el avance lleva al comienzo.
Enjambre de vías, cruces y
conexiones al que es imposible marcar los contornos, y sólo cabe dejarse llevar
y disfrutar del viaje por obras atemporales de las que acompañan en la
noche y refrescan cuando aprieta el Sol.
Mr. Parsons goes to sin city.
A pesar de tener todos los
boletos para ser Country singer (criado en el Sur, de padres alcohólicos y guitarrista
desde la infancia) al joven Gram Parsons, no le interesó la música de su tierra
hasta asistir a un concierto de Merle Haggard, a mediados de los 60s.
Tras esto, cambió la Universidad
de Harvard por Los Angeles con la idea de triunfar en la música. Allí no
tardaría en ser invitado a formar parte de la célebre banda de pop psicodélico
The Byrds, a los que convenció de que el Country era algo cool.
Mismo trabajo pedagógico hizo con
Keith Richards, con el que compartió, aparte de jeringuillas, su pasión por la
música de raíces. Y es que el que huela a Country en LPs de los Stones como el
Let It Bleed (1969) o el Exile On Main Street (1972) es mérito de esta estrella fugaz que se
apagó con 26 años y cuyas cenizas flotan desde entonces por Joshua Tree.
Aún así, pese a morir joven, le
dio tiempo para dejar como legado un nuevo estilo llamado por Gram, el Cosmic
American Music. Una personal fusión de Rock, Folk, Country y Gospel que lo
sitúan como patriarca espiritual del Americana.
Tanto en solitario como formando
parte de los Flying Burrito Brothers o los premonitorios Fallen Angels, dio
muestras de su gran talento para reconvertir la música popular y suyas son
composiciones de las que han mamado artitas de todo el mundo. Aún así, yo me
detengo en la versión, bonita y triste como la vida, de la inmortal "Love Hurts",
que grabó con su amiga Emmylou Harris.
Kris Kristofferson. Algo en lo que creer.
El tipo que nos hace
avergonzarnos al resto de los hombres.
Graduado en Literatura Inglesa
por la Universidad de Oxford, boxeador, capitán del Ejercito USA, piloto de
helicópteros, actor en docenas de películas y leyenda del Country.
Un verso libre de 78 años con una
historia en cada arruga y una
canción en cada cana llamado Kris Kristofferson.
Un escritor cuyos temas han sido
reinterpretados por cientos de músicos y que cambiaron el rumbo del Country.
Aun así, sus comienzos fueron complicados y tuvo que plantar su helicóptero en
el jardín de la Mansión de Johnny Cash y entregarle una cinta en mano para
iniciar su carrera como compositor.
Con las bendiciones del man in black, pronto sus innovadoras
letras, desnudas y cercanas, repletas de antihéroes de botas sucias y ojos
rojos, se volvieron un bien codiciado en Nashville, ya que casi aseguraban el
Número 1 en las listas de singles.
No obstante, Kristofferson fue uno de los muchos que abandonó la capital de Tennesse a comienzos de los 70s, espantado por el pop que comenzaba a dominar la ciudad. Se fue a Texas junto a Waylon Jennings, Willy Nelson y otros outlaws a tocar el Honky Tonk de toda la vida. Y al cabo de los años, esos forajidos, se juntarían con Johnny Cash en el supergrupo Country definitivo: The Highwaymen.
A la hora de acercarse a la
imponente discografía de este hombre, los dos discos que grabaron son una buena
opción, así como su debut, con la versión primigenia del clásico “Me and Bobby
McGee”, pero a mí me tiene hipnotizado esa trilogía mágica formada por This Old Road (2006), Closer To The Bone (2009) y Feeling Mortal (2013).
Discos austeros en los que resuena una voz cavernosa que habla sobre la vejez, sobre los amigos que se fueron, sobre esa América que ya no es la que una vez amó. Y que confronta al viejo peregrino y le pregunta si todavía cree en la revolución.
En lo que creo yo es en alguien
que a su manera siempre intenta ser libre.
Yo creo en Kris
Kristofferson.
El Country de los universitarios.
1987. En las afueras de St. Louis, Jeff Tweedy y Jay Farrar
forman Uncle Tupelo, banda que había oído los mismos discos de Hüsker Dü que
Eddie Vedder, pero que a la
distorsión y al desencanto, querían añadirle la herencia de la tradición.
Incluso para los muy abiertos de
orejas, el meter a Hank Williams con los Stooges era una apuesta arriesgada, de
la que no se esperaba que pudiera surgir un nuevo género musical: el
alt-country.
Estilo cuyas esencias están
condensadas en No Depression (1990),
maridaje intenso de la crudeza punk y la pureza del Country con la lucha de
clases de fondo.
Obra imprescindible para entender rock alternativo y faro que hizo que muchos se volvieran hacia el Midwest yankee a la búsqueda de otros grupos con similar sensibilidad que los efímeros Uncle Tupelo.
Y seguro que en las tiendas de la
época, cerca de los CDs de los Tupelo y sus derivados (Wilco y Son Volt)
aparecían The Jayhawks y su radiante Country-folk.
Con Hollywood Town Hall (1992) y Tomorrow
The Green Grass (1995), la banda de Gary Louris y Mark Olson inicia un
recorrido triunfante por el Americana con temazos como “Waiting For The Sun”,
“Two Angels”, “Wichita”, “Blue”, “I´d Run Away”, “Miss Williams´ Guitar”.
Canciones de pulidas armonías vocales y sentimiento inflamado, como las que
hacía Gram Parsons, que puede que también hubiese tirado por el pop
como hicieron posteriormente los Jayhawks, tras la marcha de Olson.
Primera parada de este
viaje persiguiendo al Americana. Para los que quieran saber más, la verdad está
en Toma Uno, el programa de Manolo Fernández, en Radio 3.
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