Con apenas unos meses de
diferencia se han publicado los nuevos trabajos de Bryan Ferry y Brandon
Flowers.
Discos gemelos que el tiempo podría
desordenar, o asignar su autoría a uno u otro. Porque es fácil imaginarse a un
Bryan Ferry en el 85, subiéndose a la new wave, y editando este The Desired Effect (2015) que ahora
Flowers defiende en directo. Como igual de sencillo sería imaginar a un Brandon
Flowers ya pureta, envolviéndose en terciopelo negro, y susurrándole al amor
atormentado como hace Bryan Ferry en Avonmore
(2014).
Tal vez, el cantante de The
Killers con su gesto de boy scout, no haya sufrido lo suficiente para alcanzar
el carisma de crooner sofisticado que emana Ferry, hasta cuando se pide un
cortado. Pero no es una locura pensar que, tras revisar la herencia de The
Cure, New Order y demás adalides
del synth pop en su última obra, más adelante, se decida a buscar el origen de todo y dé, con
unos Roxy Music, con Ferry a la cabeza, que siguen siendo sinónimo de
innovación, treinta años después de su separación.
Mientras tanto, hay que disfrutar
de este entretenidísimo Efecto Deseado con
el que el cantante de Las Vegas retoma su carrera en solitario tras un tristón Flamingo (2010) que parecía compuesto
por descartes de su banda madre. El resultado es un luminoso LP que irrumpe con
“Dreams Come True”, alegato
optimista que bebe tanto del sonido de la E Street Band como de esas referencias espirituales
que pueblan la carrera del mormón más famoso del mundo. Tras ella, llega el primer
single “Can´t Deny My Love”, trepidante sencillo en el que ya queda claro el
espíritu eighties que respira el álbum y cuyo clip parece transcurrir en el Bosque de
Shyamalan. No decae la intensidad y en la bailable “I Can Change”, se conjunta el
recordado “Smalltown Boy” de Bronski Beat
con los Pet Shop Boys , mientras Flowers, como todos, le pide a ella una
nueva oportunidad para cambiar.
Tras esto, el exotismo de “Still Want You” y un retorno al estilo Killers con la sentida “Between Me And You”,
algo que también transmite “Untangled Love”. Cambio de registro y llega otro de
los platos fuertes del disco con una “Lonely Town” con Brandon convertido en
psycho acosador, sacado de un slasher de Carpenter, y en la que el cantante de
Las Vegas sigue sin caer del filo de la navaja que separa la actualización con
gusto del mero refrito.
Desde ahí hasta el final,
destacan el rocanrol sintetizado de “Diggin´Up The Heart” y una folkie “The Way
It´s Always Been” de aire Beatle con la que Flowers se despide hasta
la próxima aventura en solitario, en la que ojala repita los aciertos de este
redondo The Desired Effect (2015).
En la otra esquina, el capo del
pop elegante y relajado, Mr. Bryan Ferry, con una nueva obra cuyo título lo enlaza
con la mística del epílogo de Roxy Music, Avalon
(1982).
El disco se inicia con “Loop de Li” y “Midnight Train”, dejando claro que el viejo Ferry ha vuelto y que esto
no es ni un incoherente homenaje a Dylan, ni experimentos con Big Band. Las
canciones te sumergen en una dulce nebulosa en la que flotan las tramas
enmarañadas de teclados, el pulso firme del bajo, los vientos sugerentes, el
funky blanco de la guitarra y, sobre todo, el gemido de Ferry.
Tras esto, la balada “Soldier Of
Fortune”, coescrita con el ex Smiths Johnny Marr, y que evoca al “Brothers In
Arms ” de un Mark Knopfler que también aparecerá en el álbum, posteriormente.
Se sube un cambio y el LP acelera
con una excitante “Driving Me
Wild”, en la que Ferry demuestra que no tiene reparos, a pesar de la edad, en
seguir protagonizando tortuosas love stories que evocan su conflictiva vida
personal. Un tipo, ya pasados los sesenta, con los arrestos para
casarse con la novia de su hijo, para después ser abandonado por la misma
porque “se comporta como un niño”.
Un, como dice la canción,
“Special Kind Of Guy”.
El disco alcanza cima con la homónima “Avonmore”, cinco
minutos de fiebre artificial con la que perder la cabeza, y una delicada “Lost”
, que no hubiera desentonado en sus exitosos discos de los 80.
El cierre lo hacen dos versiones,
la celebre “Send In The Clowns”, interpretada en su día por Sinatra, y, “Johnny
and Mary” del añorado Robert Palmer, la cual marca lo que podría ser el nuevo
rumbo del cantante británico: obras de atmósfera supurante de melancolía y
oscuridad.