lunes, 20 de febrero de 2012

JEREMY LIN. DE REPENTE, UN EXTRAÑO.





“¿Quién es ese chico? No sé nada de él. ¿Qué es lo que hace? ¿Promedia un triple doble?”
 Kobe Bryant, antes de que Jeremy Lin anotase 38 puntos contra Lakers, y le aclarase quien era.


Tras el sweet swept que los Celtics le endosaron a New York Knicks en 1ª ronda, la dinámica perdedora no se había revertido en la presente temporada.

La llegada del pívot campeón Ty Chandler había traído defensa pero embotellado la zona cuando Amar'e y Carmelo pisan la pintura. 

Para colmo, su fichaje fuerza la salida del base Chauncey Billups, y su hueco se trata de llenar, sin éxito, con Mike Bibby, lejos de su mejor época, Baron Davis, que aún no ha debutado por una lesión de espalda y Toney Douglas, típico base con alma de escolta que sólo tiene ojos para el aro.

A principios de Febrero, una racha de 10 derrotas en los últimos 12 partidos, sitúa al entrenador Mike D’Antoni con pie y medio fuera del Madison.

Con Phil Jackson dejándose querer, D’Antoni repara en la exótica presencia en las profundidades del banquillo, del playmaker de origen taiwanés, Jeremy Shu-How Lin. Un no drafteado al que decide darle el mando del equipo con mayor presupuesto de toda la liga.

El estallido de Linsanity (24 puntos y 9 asistencias en 7 victorias consecutivas) no sólo ha duplicado el precio de las entradas del Garden, sino que cuestiona el trabajo de los ojeadores del basket mundial, con una cernidera demasiado ancha por la que se coló la convicción y la visión de juego de este brillante licenciado en Económicas por la Universidad de Harvard.


Su historia recuerda la de varios jugadores de la liga que, de inicio, no estuvieron entre los elegidos para la gloria.



 Emanuel Ginobili, Nº 57 del draft. Un mercado pequeño y una ciudad poco atractiva hace que las elecciones del draft sean esenciales para los San Antonio Spurs. Esa carencia ha refinado su criterio y les permitió ver, antes que nadie, la calidad de aquel joven escolta argentino.
Y es que si naces junto al mar, aprendes a nadar. Y si naces en Bahía Blanca, aprendes a jugar al baloncesto. Hijo y hermano de jugadores, producto depurado de la inmensa cantera bahiense, en este devorador incansable de títulos destaca, por encima de un gran primer paso o su desgaste defensivo, un coraje competitivo que impregna al vestuario y que ha sido garantía de éxito en la ciudad del Álamo.                                                                        











José Manuel Calderón, no drafteado. Coincide con Tony Parker y Ricky Rubio en ser los únicos bases titulares no formados en E.E.U.U.
Liderazgo, inteligencia y sacrificio frente al egoísmo de la antigua estrella universitaria y Nº 8 del draft, T.J. Ford, que salió del equipo al no soportar la humillación de ser suplente de este point-guard puro. 
Entre sus virtudes, el no haber cedido a la depresión tras jugar en los Raptors durante 6 temporadas y hacer superfluo el trabajo de entrenador durante los partidos de Toronto.






 Ben Wallace, no drafteado. Hay que ser muy grande para triunfar en un deporte sin apenas saber jugar a él. Le dijeron que era pequeño para jugar de pívot, que lo intentase de alero. No lo quisieron ni en Italia, ni en los Bullets, ni en los Magic, pero cuando naces en una familia negra de once hermanos en White Hall, Alabama no te amilanas con facilidad.
Tuvo que llegar a Detroit, una ciudad tan dura como él, para ser campeón y hacer de la defensa, un arte.
Una suerte de Potro Italiano que, frente a la clase de Apollo, se agarra a la voluntad del perdedor que quiere dejar de perder.






Estaría bien que, cuando se asiente el polvo levantado por el huracán The Yellow Mamba, quede algo más que una estrella fugaz. Y el nombre de Jeremy Lin se añada a los que se alimentaron del menosprecio, aprovecharon su oportunidad y se hicieron hueco en la NBA.




Se cumple un año de la Triple Amenaza. 

Gracias por las (casi) 1000 visitas y un saludo a otros blogs hermanos como presionesydepresiones.blogspot.com,elapuron.com/blogs/caleidoscopio o la página web referencia de la NBA en España: ultimatenba.com.

martes, 7 de febrero de 2012

RICKY RUBIO. MINNESOTA BABY.

    

     Los Wolves recuperan el balón y se lo pasan al número 9 que gira sobre sí mismo, y se lanza hacia el aro rival.

Ya en campo contrario, una mirada al tendido que detiene el tiempo y un pase enhebrado entre la defensa que pilla desprevenidos a adversarios y afición.

La canasta que sucede pierde interés para los que ya aplauden el arte de la perla del Masnou para contradecir a quienes pensaban que el showtime murió cuando se retiró Magic Johnson.

Y no sólo tiene alma de Globe Trotter: Ricky ya es 3º de la liga en asistencias y en robos por partido, y ha liderado a Minnesota a alcanzar un 50% de victorias-derrotas, desconocido desde el 2005.

Al final resultó que quienes más ojo tuvieron, fueron los eufóricos fans de los Timberwolves, que celebraron el desembarco de Ricky en Minneapolis en esta temporada,  como sí el que llegase fuese Isiah Thomas. Sin embargo, el resto del mundo tenía serias dudas de su aclimatación a la NBA.

En su último año en el Barça, Xavi Pascual prefirió el pundonor de Víctor Sada al reflejo ajado de un niño prodigio, negado desde la larga distancia y atorado en unos sistemas de juego donde la táctica comprimía la calidad.

No obstante, los meses de lockout le permitieron recuperar confianza y afinar puntería, mientras que los Wolves asfaltaron su camino contratando al coach Rick Adelman, conocido por imprimir un estilo de juego alegre y ofensivo a los equipos que entrena.


Así mismo, se une a un roster, con el autoproclamado mejor ala-pívot de la NBA, Kevin Love a la cabeza, poblado de piernas jóvenes, deseosas de acoplarse a un ritmo alto de juego y arañar un puesto en la postemporada después de varias años de mediocridad.

A nivel individual, el objetivo es plantarle cara al point guard de los Cavaliers y rutilante Nº 1 del draft, Kyrie Irving, por el premio de Rookie of the year.

El jugador australiano aporta sus 18 puntos por partido y porcentajes de tiro de center (.500).

Nada que impresione a los casi 400.000 que queremos ver a Ricky subiendo el balón en el partido del domingo del All Star de Orlando. 















Aunque no esté en el partido de las estrellas, o no obtenga el ROY award, lo que nadie le va a quitar es que,hoy por hoy, más que los highlights de un Derrick Rose taladrando defensas, o los feroces mates del Red Cyborg de L.A., embelesan los no-looking pass y alley oops de este nuevo Pete Maravich, que, con gesto despreocupado, ha vuelto a aunar basket y magia.