Los Wolves recuperan el balón y se lo pasan al número 9 que gira sobre sí mismo, y se lanza hacia el aro rival.
Ya en campo contrario, una mirada al tendido que detiene el tiempo y un pase enhebrado entre la defensa que pilla desprevenidos a adversarios y afición.
La canasta que sucede pierde interés para los que ya aplauden el arte de la perla del Masnou para contradecir a quienes pensaban que el showtime murió cuando se retiró Magic Johnson.
Y no sólo tiene alma de Globe Trotter: Ricky ya es 3º de la liga en asistencias y en robos por partido, y ha liderado a Minnesota a alcanzar un 50% de victorias-derrotas, desconocido desde el 2005.
Al final resultó que quienes más ojo tuvieron, fueron los eufóricos fans de los Timberwolves, que celebraron el desembarco de Ricky en Minneapolis en esta temporada, como sí el que llegase fuese Isiah Thomas. Sin embargo, el resto del mundo tenía serias dudas de su aclimatación a la NBA.
En su último año en el Barça, Xavi Pascual prefirió el pundonor de Víctor Sada al reflejo ajado de un niño prodigio, negado desde la larga distancia y atorado en unos sistemas de juego donde la táctica comprimía la calidad.
No obstante, los meses de lockout le permitieron recuperar confianza y afinar puntería, mientras que los Wolves asfaltaron su camino contratando al coach Rick Adelman, conocido por imprimir un estilo de juego alegre y ofensivo a los equipos que entrena.
Así mismo, se une a un roster, con el autoproclamado mejor ala-pívot de la NBA, Kevin Love a la cabeza, poblado de piernas jóvenes, deseosas de acoplarse a un ritmo alto de juego y arañar un puesto en la postemporada después de varias años de mediocridad.
A nivel individual, el objetivo es plantarle cara al point guard de los Cavaliers y rutilante Nº 1 del draft, Kyrie Irving, por el premio de Rookie of the year.
El jugador australiano aporta sus 18 puntos por partido y porcentajes de tiro de center (.500).
Nada que impresione a los casi 400.000 que queremos ver a Ricky subiendo el balón en el partido del domingo del All Star de Orlando.
Aunque no esté en el partido de las estrellas, o no obtenga el ROY award, lo que nadie le va a quitar es que,hoy por hoy, más que los highlights de un Derrick Rose taladrando defensas, o los feroces mates del Red Cyborg de L.A., embelesan los no-looking pass y alley oops de este nuevo Pete Maravich, que, con gesto despreocupado, ha vuelto a aunar basket y magia.
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