Se juega como se vive. El
carácter de una ciudad se hace notar en el estilo de juego de los equipos que
allí residen. El showtime sólo podía haber nacido al calor de los focos de
Hollywood. La dureza de la gente
de Detroit se hacía notar en la defensa de los Bad Boys y la melancolía del
pequeño estado de New Jersey, casi siempre ha sido la seña de identidad de los
Nets.
Oklahoma City, en el corazón de la
zona de las grandes llanuras norteamericana, es escenario ideal para la
formación de tormentas. Las masas de aire frío del norte convergen con el
cálido aire tropical del sur, provocando un gran número de torbellinos en el
período que va desde Abril a Septiembre.
En este año, un invierno benévolo a hecho que se viva una temporada de tornados inusualmente intensa. Hasta el
punto de que se han contagiado en el Chesapeake Energy Arena, y los Thunder han
formado su tornado particular.
La unión entre el instinto por
apoderarse del balón rival y la explosividad con la que vuelan al
contraataque, han confluido para que Oklahoma City Thunder sean líderes en la
conferencia Oeste y uno de los favoritos para hacerse con el anillo de campeón
de la NBA.
Entre sus armas para lograrlo, la furia anotadora del ex base de UCLA, Russell Westbrook, la tenacidad
defensiva del escolta suizo Thabo Sefolosha,y, una pareja
interior que une la fuerza intimidatoria de Serge Ibaka, a la consistencia en
la pintura de Kendrick Perkins, que es lo más parecido a un rinoceronte que ha
pisado una cancha de baloncesto.
Justamente, la llegada de Perkins en
la pasada temporada, fue uno de los pasos definitivos hacia la madurez que
dieron los de OKC. Tras caer frente a Lakers en 1ª ronda del 2010, se sacrificó
al malogrado power forward Jeff Green, un 3-4 ofensivo que llevaba en la
franquicia desde la época de Seattle, por alguien capaz de hacer frente a los
pívots angelinos y un jugador que ya había olido el aroma del éxito con los Celtics
campeones del 2008.
Desde el banquillo, la clase old
school de James Harden y ese otro extraño elemento llamado Derek Fisher, el
experimentado point guard, que también parece fichado para clavársela a Los Angeles desde
una esquina en un posible cruce en postemporada.
Un roster sólido que poco podría hacer si Kevin Durant no defendiese también la (horrorosa) camiseta de los Thunder.
Con aspecto de haber sido sacado de
la lucha por los derechos civiles del Dr. King o Malcom X. Durantula es un alero atípico sin
referencias claras con las que compararse en la historia de la liga.
Una envergadura de center con
muñeca de escolta. Una sombra escurridiza con el mínimo de musculatura para
machacar el aro y sin un gramo del ego que acumulan jugadores con menos currículum.
De su paso por Texas University,
queda la gesta aún no igualada, de acaparar todos los títulos individuales
siendo novato. En la NBA, rookie
del año, All-Star, mejor quinteto, máximo anotador de la liga…y con USA
Basketball, la decisión de liderar a una selección de perfil bajo como la que
ganó al Mundial de Turquía.
Un hombre tranquilo que desecha
participar de un concurso de mates, necesitado de nombres conocidos, para
participar en el de triples.
Alguien diferente que oculta sus
tatuajes y deja para sí mismo, el tributo a sus orígenes en Maryland, a su infancia
junto a su madre y su abuela, y, al recuerdo de su entrenador en high school,
tiroteado en el jardín de su casa.
Una estrella que, en su inseparable
mochila guarda una Biblia en lugar de un arma, y con una personalidad sin los
recelos que despierta su rival por el MVP, Lebron James.
En su camino para el título, si
nos atenemos a la clasificación, se encontraran con unos viejos rockeros
que jamás morirán, los San Antonio Spurs.
Why can´t we be friends? |
Veteranos curtidos que, con la retirada
del número 12 de Bruce “Lee” Bowen y el retorno del Capitán Jack, pueden tener la
tentación de reavivar el estilo de los Spurs del 2003, que te emboscaban en
cada rincón del parqué y a los que, en lugar de un anillo, les dieron un
cinturón de campeón de Wrestling.
Si consiguen superarles, con el
permiso de los Bulls, deberán hacer frente a una tormenta tropical, originada
en el Golfo de Méjico, al sur de Florida.
Unos Miami Heat, similares en
forma que no en espíritu. También fieros en defensa, nacidos para correr y
basados en la anotación exterior. Tan semejantes que incluso comparten los
mismos puntos débiles: entrenadores con poca cintura en los momentos
complicados y el carecer de una referencia interior ofensiva.
Habrá que ver si el coach de
Oklahoma, Scott Brooks, ha aprendido de la eliminación el pasado año en un
quinto partido frente a Dallas que terminó con sus pívots titulares en el
banquillo, y con el base suplente lanzando (y fallando) tiros decisivos. Y, habrá que ver si
Ibaka puede terminar de pulir su juego en el poste para cuando se atasquen en playoffs.
Un aperitivo de esa posible final
NBA, se vivió el pasado domingo en el hogar de los Thunder. Allí, los Heat no
supieron atajar el vendaval de ataque de OKC y volvieron a Miami, sintiendo el
escozor por la picadura de una tarántula que sabe que su momento está cerca.
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