Noches de LEB plata en el Ríos
Tejera. El ritual era siempre el mismo. Un apacible 1º cuarto jugado al trantran que hacía que el rival diese por
sentado que la victoria se decidiría en los últimos minutos.
Era entonces cuando se activaba
el radar del Canarias buscando una señal. Una falta dura, una decisión
arbitral desfavorable, una celebración exagerada del contrario…
No hacía falta más para que el foco
pasase del parqué a la grada. Desde allí, irrumpía un rugiente Canarias,
Canarias al compás de los tambores de la peña San Benito. En ese momento, el equipo se subía a los hombros de una
afición que le agarraba el cuello a la victoria hasta el pitido final.
Y es que tenía que ser ese
vetusto pabellón, testigo mudo de las andanzas del mágico Carmelo Cabrera, de Salva
Díez, de Eddie Phillips, pistolero dentro y fuera de la cancha, de Mike Harper, o del pívot palmero Manolo
de las Casas, el que amamantase el renacer del C.B. Canarias.
Los años de fusiones y de bucear en
las profundidades del basket regional no diluyeron la sangre aurinegra que, en su
vuelta a casa, fraguó un proyecto basado en la confianza en un cuerpo técnico
con Alejandro Martínez a la cabeza, y un plantel de jugadores que han
permanecido fieles a la camiseta del Canarias.
Desde el fundamental Jakim
Donaldson, ala pívot que asusta en defensa y que, cada temporada, aumenta su
registro de movimientos en ataque hasta convertirse en dominador de la LEB Oro;
pasando por Richie Guillén, Dirk Nowitzki chicharrero, implacable desde la
larga distancia; la sangre caliente de Jesús Chagoyen; la muñeca de Levi Rost
o la pasión canarista de Jaime Heras.
Jugadores que asentaron el
proyecto y le dieron una IDENTIDAD. Plato exótico en la división que estrenarán
la próxima temporada. Una ACB que agoniza, poblada por equipos sin alma, con
jugadores de quita y pon. Clubs que venden su nombre cuando salen a Europa, y
que están siendo empujados al abismo por la crisis y por los patrones de la
máxima categoría del basket nacional, que quieren rapiñar en la desgracia ajena.
Los mismos que han construido una
muralla infranqueable en forma de canon millonario, con la que se
topan los humildes que sueñan con el ascenso.
Pero no han podido detener el deseo
de unos incansables seguidores que derrumbaron la muralla al grito de Canarias,
Canarias, y que son el mayor activo del club.
Porque, no se engañen, el traslado
al Santiago Martín no fue para disponer de un pabellón de mayor aforo que los acercase a la ACB.
Fue para intentar dar cabida al
sentimiento de una afición que mantiene exactamente la misma ilusión que hace
veinte años.
Exactamente la misma porque mayor,
es imposible.
Ya se oyen los tambores.