sábado, 2 de febrero de 2013

JOSÉ MANUEL CALDERÓN. AIN´T NO MOUNTAIN HIGH ENOUGH.




   Tras siete temporadas y media en los Raptors, José Calderón abandona Canadá para recalar, de forma temporal o no, en los Detroit Pistons.

La decisión de traspasarle se justifica en facilitar un mayor margen de movimiento y esquivar el impuesto de lujo, en este último año de su gran contrato, pero, sobre todo, para tapar el fiasco del intermitente Kyle Lowry.

El último de una larga lista de jugadores (Jarred Jack, T.J. Ford, Jerryd Bayless…) traídos para intentar que este no drafteado, diese un paso a un lado y cediese el timón del equipo de Toronto.

A todos se los comió, y, en cada temporada, el número 8 terminó siendo el playmaker titular, batiendo el record histórico de asistencias de la franquicia.


Lowry y Calde.

Con la salida del único jugador al que, realmente, le hubiese gustado quedarse en los Raptors, el GM Colangelo se quita de encima el espejo que revelaba las carencias de sus fichajes exteriores, y termina de deshacer a esos campeones de la División Atlántica de la 06-07, de aire europeo, que apuntalaron su éxito en el extrapass.  

En Toronto, se queda un roster joven, ofensivo y físico, que, con la llegada del explosivo Rudy Gay, vivirá para el contraataque, el uno contra uno y el juego exterior. Unos Heat de los pobres, donde se valora innecesario el juego cerebral de Calderón.

Por el contrario, pese a no viajar demasiado lejos ni geográfica ni deportivamente, (300 kms. al Sur, y un puesto en la Conferencia Este), en su destino si es apreciada su planta de point-guard clásico, siempre con la asistencia en la mente, esforzado en defensa y, sobre todo, generoso en la máxima que preside su web, humildad y sacrificio. Rara avis en el actual paisaje de combo-guards anotadores que entienden el basket como deporte individual

En Detroit, se encuentra una franquicia tricampeona, deprimida desde hace varias temporadas y una ciudad asolada por la recesión.

No se supo hacer la transición del plantel dominador de la East Conference de los últimos años, y ahora se encomiendan al crecimiento de su pareja de pívots Greg Monroe y el rookie Andre Drummond.


Con la salida del alero Tay Prince, último vestigio del anillo de 2004, le toca a Calderón ejercer de mentor. A cambio, Joe Dumars, dirigente del equipo, le promete la titularidad y un contrato multianual al finalizar la temporada.

Está por ver, si este base, que oculta su talento bajo un envoltorio de normalidad, ya se ha cansado de remar a contracorriente y prefiere una suplencia cómoda en un favorito para el anillo, bajar a Segunda en la vieja Europa o, de nuevo, palear en las calderas de un equipo en reconstrucción.

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