“Él fue quién lo empezó todo.”
Michael Jordan
Hace años, antes de Internet y de la
televisión por cable. Antes del basket global y de poder ver en directo partidos
que se juegan al otro lado del mundo, imperaba la antigua tradición de la transmisión
oral de las leyendas.
Historias mil y una veces
contadas que el oyente hacía propias, ilustradas por ajados recortes de prensa,
levantaban los mitos.
Mitos de generación espontánea cómo
el que se comenzó a gestar a finales de los 60s, en el corazón del Harlem
neoyorquino, en la meca del streetball, Rucker Park.
Hasta allí peregrinaban los que
querían ser testigos.
Los que querían comprobar si era
verdad lo que se contaba sobre aquel corpulento alero de movimientos suaves y
mates violentos.
Los que querían poder decir: “Yo vi
jugar al Doctor J”.
Con su paso al profesionalismo, Julius
Winfield Erving II, pronto pasaría de figura local a ser conocido en todo el
país. Fue la imagen de aquella incipiente ABA que quería devolverle el
baloncesto al pueblo. Una efímera liga que cambiaba táctica por espectáculo,
pero que perdió su pulso con la NBA en 1976 al carecer de un contrato
televisivo nacional.
La absorción de la ABA, terminó
con Erving en unos Philadelphia 76ers, que desde el título del 67 con el
gigante Wilt Chamberlain, no levantaban cabeza.
Y fue entonces cuando el Dr. J
se convirtió en el negro más cool de América.
Aquel inmenso peinado afro que caminaba
por el aire y caía sobre el aro con la crueldad de una plaga bíblica, dejó un
reguero de canastas memorables que lo convirtieron en el Houdini de su época,
el artista al que se debía ir a ver, cuando el doctor operaba en la ciudad.
Porque la grandeza del Dr. J, no
se la dieron los records de anotación, ni los duelos con Larry Bird, ni el
anillo del 83.
Los sinceros aplausos que recibían
a Julius Erving en cada pabellón en su despedida en 1986, fue un gracias por
los recuerdos de tantos momentos de inspiración.
Y entre todos, me quedo con ese
eterno contraataque jugando contra Lakers, con Erving cruzando un enfervorecido Spectrum,
acunando el balón mientras hace una batida de salto de altura, y culminado con ese mate glorioso sobre Michael Cooper que se tapa la cara para salvar los
dientes.
Una jugada que la empiezas a ver
sentado y la terminas de pie, con los puños cerrados y los ojos empañados.
Así que, ya saben, si se notan
con las defensas bajas, no lo piensen más y pidan cita en Youtube, con el doctor.