La génesis de los tres álbumes en
solitario de Keith Richard ha sido muy diferentes.
Si Talk Is Cheap (1988) era su respuesta a los intentos de Jagger por enterrar a los Rolling y lanzarse como solista, y Main Offender (1992), la necesidad de airearse de la
maquinaria stoniana, este recién nacido Crosseyed
Heart (2015) es, únicamente, el puro placer de sacarse de dentro las
canciones que le pudieran quedar, por si a los Stones no les apetece volver a
pisar un estudio.
Como avance se lanzó en Julio el
single “Trouble”. Espontáneo y
directo, el
tema lleva la firma de su autor en cada redoble de batería, en cada fraseo de su
inconfundible guitarra, en cada verso mascullado por un Richards que transmite
el mismo optimismo que desprende la portada del disco. A diferencia de sus
hermanos mayores, desaparece el gesto grave de antaño y muestra la sonrisa del
que saborea con orgullo las aventuras vividas.
Aún así, en principio, Keith no lo
tenía demasiado claro y fue el batería y productor Steve Jordan,
el que le convenció de volver a reunir en Nueva York, a los X-Pensive Winos
tras veintitrés años de hiato musical. Aunque el tiempo pasa hasta para los mitos,
y no fueron las caóticas sesiones de grabación de su anterior trabajo, en las
que acabaron con las reservas de Jack Daniels de la zona, ni tampoco el desfile
de colaboradores (Bootsy Collins,
Maceo Parker, Bernie Worrell…), que ayudaron a Keef a darle forma a su primer disco. Esta vez, todo se ha
desarrollado de forma más relajada y se ha aprovechado el talento multiinstrumental
de los Winos.
Los X-Pensive Winos en acción. |
Por los Estudios Germano del
Soho, sólo apareció una noche la divina Norah Jones para cantar “Illusion”. Tras
haber compartido escenario en un homenaje a Gram Parsons, Keith quiso contar
con ella para darle un poco de Soul a un disco que es fiel retrato
de sus filias musicales (vitales): la verdad del Blues (“Crosseyed Heart”,
“Goodnight Irene”), el recuerdo Reggae de sus años en Jamaica (“Love Overdue”),
la pureza de los 50s (“Blues In The Morning”), la honradez del Country (“Robbed
Blind”), esas baladas taciturnas que siempre cuela en los trabajos de los
Stones (“Nothing On Me”, “Lover´s Plea”) o experimentos propios de su íntimo
Tom Waits (“Substantial Damage”).
El resultado es un trabajo
variado y maduro, que ofrece el dulce disfrute de lo previsible estando The Human Riff por
medio: una pasta en la que se entremezclan las esencias del Rock con la personalidad
de un artista, al que las arrugas no le han alejado de sus raíces.
También ha sido un regalo la
promoción del álbum en la que este perro viejo del negocio, aparte de prometer disco de los Rolling Stones para el año que viene, ha repartido
cariñosos cachetones a Black Sabbath, Metallica, Grateful Dead o incluso a los
Beatles. Desprecios, mitad reales, mitad provocación, que son celebrados por
los fans que encendemos cada mañana el ordenador, esperando nuevas boutades del
que ya no tiene nada que demostrar. Dardos de ojo guiñado, que no afectan ni siquiera
a los ofendidos, como el propio Lars Ulrich que cuenta su experiencia como telonero de los Stones, encantadísimo de disfrutar en primera persona de la
arrogancia rockera de sus Satánicas Majestades.
Y es que es imposible enfadarse
con tipos como este al que, gustos aparte, se le debe reconocer el mérito del
superviviente. Las bombas caen a su alrededor y este año ha tenido que
despedirse de sus amigos B.B. King y Bobby Keys.
Y sin embargo, ahí sigue.
Envuelto en humo y leyenda, con su chaqueta de piel de serpiente, su calavera de plata y esa Fender que le sienta como a nadie.
Maravillado por la contradicción de que precisamente sea él, el soldado que vaya a regresar a casa.
Y sin embargo, ahí sigue.
Envuelto en humo y leyenda, con su chaqueta de piel de serpiente, su calavera de plata y esa Fender que le sienta como a nadie.
Maravillado por la contradicción de que precisamente sea él, el soldado que vaya a regresar a casa.