A
las Finales de Conferencia de ambas costas han llegado dos equipos que han
tenido que demostrar su carácter en el vértigo de un séptimo partido.
Sí
en Toronto fue una milagrosa canasta at the buzzer de Kawhi Leonard la que
eliminaba a Philadelphia; en el caso de los Blazers, los diecisiete puntos de
desventaja y el desacierto anotador de su estrella Damian Lillard, fueron
enmendados a base de esfuerzo colectivo y de la aparición de un C.J. McCollum,
que quiso utilizar el menosprecio de la NBA como motivación para silenciar a un
Pepsi Center que deberá esperar temporadas venideras para ver avanzar a sus
Nuggets en la postemporada.
Anyway,
el camino de ambas franquicias hasta aquí, ha sido muy diferente.
TORONTO
RAPTORS. WINTER IS HERE.
La
reciente etapa DeRozan-Lowry, fue la de un equipo aseado y cumplidor
en temporada regular, pero sin el cuajo necesario para grandes gestas en
playoffs, más allá de ser barridos por los Cavaliers. No obstante, la espantada
de Lebron hacia la soleada California, dejó un trono vacante en el Este, al que
los Toronto Raptors decidieron optar, reforzando su roster con experiencia y la
llegada de la gran perla del mercado del verano pasado, Kawhi Leonard.
De
esta forma, la frialdad de DeMar DeRozan, ha sido sustituida por la calidad, en
ataque y defensa de un alero, forjado en las fraguas de San Antonio, que llegó
para hacer justamente, lo que hizo anoche: liderar a su equipo con 41 puntos y
dejar una canasta que ya es histórica para la franquicia canadiense.
A
él, se une el sacrificio y la personalidad de un Marc Gasol, fundamental
anoche, en la defensa de Joel Embiid; la dureza y el tiro de media distancia de
Ibaka, y la explosión del camerunés Pascal Siakam, conformando un
hueso demasiado duro de roer para los Sixers.
Antes
de poder optar al anillo, deberán enfrentarse a los Bucks del incontenible Giannis Antetokoumpo, no obstante, los aficionados viven felices al ver que sus
Raptors le hacen sombra a los Maple Leafs y que su equipo ya no es aquella
frivolidad de David Stern que un día quiso expandir en el norte las fronteras
de la NBA.
PORTLAND
TRAIL BLAZERS. EL TRIUNFO DE LA FE.
Los
últimos Blazers que llegaron a Finales de Conferencia fueron aquel equipo del
2000, que eran el capricho del multimillonario Paul Allen, el cuál, financió la
mejor plantilla que el dinero podía comprar.
Los
Rasheed Wallace, Damon Stoudamire, Scottie Pippen, Bonzi Wells, Arvydas Sabonis
y compañía no fueron capaces de luchar contra el destino de los Lakers, y, tras
ellos, los proyectos fallidos de Greg Oden y Brandon Roy, la salida de su
jugador franquicia, el ala-pívot LaMarcus Aldridge y un equipo creado en torno
a la capacidad ofensiva de la dupla exterior Lillard-McCollum con un teórico
escaso recorrido en el West Coast de Warriors y Rockets.
Así
mismo, la legendaria mala suerte de los Blazers volvió a aparecer esta
temporada con la gravísima lesión de su center titular Jusuf Nurkić, cuando ya
se preparaban para afrontar la lucha por el título.
Sin
embargo, esto no fue obstáculo para un Damian Lillard que ajustició a los
Thunder con la canasta del año, ni para unos Blazers que, frente a los prometedores Denver Nuggets, hicieron valer el esfuerzo colectivo de los Harkless,
Collins, Kanter… que dieron el espacio para que brillase el step-back y la
convicción de C.J. McCollum.
A la
causa roja también se une un renacido Evan Turner que, en el partido de ayer,
recordó a aquel prospecto de estrella que fue Nº 2 del Draft del 2010.
Con
estas armas deberán medirse a unos Warriors que, tras perder a DeMarcus Cousins
y a Kevin Durant, han pasado de ser los Monstars de Space Jam, a los Golden State
más humanos de los últimos años.
Todo
ellos ingredientes para generar unas apasionantes eliminatorias que harán que
las próximas madrugadas se pongan al rojo vivo.
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