Con una camiseta de los Boston Celtics con el 5 de Kevin Garnett presidiendo el minúsculo escenario y entre los acordes de En las calles de Madrid, la imponente figura del Loco surge desde un lateral.
Sobrio traje oscuro, mirada al frente y la media sonrisa del que se sabe con el partido ganado de antemano. Pronto se hace evidente que los organizadores del evento no contaban con sus dos metros de altura ya que su mítico tupé casi rozaba los focos.
Poco queda del rocker arrogante, recubierto de cuero negro de hace años. En su lugar, Loquillo se muestra como un amistoso showman, pleno de clase y savoir faire, cóctel imposible entre Johnny Cash, Gene Vincent, y Dean Martin, que deleita a los fans con un arsenal de gestos y tics que no por ensayados, le restan autenticidad.
Sobre la banda que le acompaña decir que, si bien, no tiene el caché de unos Troglos originales cumplen con profesionalidad, destacando la ambigüedad hiperactiva del joven guitarra Igor Paskual y la experiencia del maestro Jaime Stinus.
En esta gira que celebra sus treinta años sobre los escenarios, el Loco demuestra que no tiene que tirar de nostalgia para cuajar un repertorio potente. Temas recientes tales como la enérgica Rock and Roll Actitud, la exultante Cruzando el Paraíso, o esa declaración de principios que es Feo, Fuerte y Formal dan fe de su amplia paleta musical y conviven con naturalidad con canciones de la época del gran Sabino Méndez como Pégate a mi, la metalizada versión de Rock Suave,Todo el mundo ama a Isabel o una Autopista que sonó como un cañón.
Es más, la madurez del Loco, otorga un mayor poso a los viejos clásicos (la profética Rock and Roll Star cobra una nueva dimensión en el 2011 que se aleja de la inocente versión cantada en los Intocables)
Quizás, su secreto sea que él mismo es intérprete y personaje de sus canciones. Ya sea en odas a la juventud perdida (Cuando fuimos los Mejores, Memoria de Jóvenes Airados...) o en sus reflejos de la vida canalla y narcótica, de vicios y billares (Chanel, Cocaína y Don Perignon, Las Chicas del Roxy, La Mataré...), el Loco vive dentro de sus discos, reivindicando a referentes musicales y estéticos (Buddy Holly, Kris Kristofferson, Pepe Risi, John Cassavetes, Jimmy Dean…), reinventándose en la lealtad a sí mismo, o proclamando la honestidad, la libertad y el rock and roll, como pilares básicos para el hombre.
Esto permite que sus seguidores le contemplen como alguien cercano, un valor seguro en un mercado inestable, un amigo al que recurrir cuando la vida te escupe en la cara, un hermano de sangre.
Queda para el recuerdo ese rush final en el que se encadenan la emblemática El Ritmo del Garaje, la citada Rock and Roll Star, (emociones contenidas al sonar el riff inicial), y un enorme Cadillac Solitario que concluye con el público entregado a un Loquillo de rodillas, abrazado al micrófono, recordando, triste y solitario, que ya no estás tu, neeenaaaaaaaaaaaaa.
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