Rigen tablas en ambas
conferencias. Los playoffs se convierten en una eliminatoria al mejor de 3, en
la que cada franquicia presentará sus méritos para alcanzar la final.
Los San Antonio Spurs brindan su
basket de salón donde la pelota circula por raíles hasta llegar al tirador desmarcado. En frente, unos mareados
OKC Thunder que tuvieron que esperar a volver a casa para romper la imponente
racha de victorias de los tejanos.
En los partidos del Chesapeake
Energy Arena, los Thunder mostraron su mejor versión, la del equipo avasallador
que ya ha echado a los dos últimos campeones, apenas estirando sus músculos.
Suman a la causa, un Sefolosha en trance, convencido de que es Pippen y el
nuevo servicio a bordo de Air Congo, que a tapones y rebotes, añade acierto
exterior.
Además, el 5º partido se
afronta en San Antonio bajo el estruendo de los últimos minutos de un implacable
Kevin Durant que resuena como la trompeta a degüello que atormentaba a los
rebeldes del Álamo.
Para detenerlo, Coach Pop
delegará en los de siempre: El Caballero Oscuro Tim Duncan, que ya es como
Denzel, se disfruta con su mera presencia. La velocidad, de piernas y mental,
de Tony Parker. Y un jinete pálido argentino, flaco, calvo y viejo, con el
revolver cargado de triples, deseoso de bajarle la fiebre a los Thunder.
En el Este, al cobijo de la
vanidad de unos favoritos Miami Heat, ha crecido la confianza de Boston Celtics
que ya han dejado atrás el umbral del dolor y son felices viviendo en la
trinchera.
Gran mérito el de los Celtics,
que con peor plantilla que el resto de los finalistas, se agarran a que, como
el Alférez de Navío Kaffe en “Algunos Hombre Buenos”, el entrenador Spoelstra
no pueda manejar la Verdad, a que Rajon Rondo vuelva a estar imperial como en
el 3º partido, o a que, lejos del Garden, los secundarios Dooling y Daniels,
sigan siendo eficaces en ambos lados de la cancha.
En el otro bando, el avión de los
Heat vuela a Miami para el 5º, esperando que el calor de Florida, alivie el
desgarro abdominal de Chris Bosh y pueda variar el menú de pívots defensivos,
mientras que Lebron mastica las XVI victorias que necesita para coronarse y se
lamenta de la terquedad de los irreductibles Celtics, que respiran el espíritu
del samurai, capaz de lanzar un ataque certero tras ser decapitado.
Anyway, por encima de la
inspiración de las estrellas o de la partida de ajedrez de los banquillos,
apasiona el duelo generacional y la duda de si la victoria se dejará deslumbrar
por la intensa mirada del tigre del joven aspirante que reclama lo que es suyo,
o, por el contrario, preferirá un último baile con el curtido veterano que quiere acortar su camino hacia la leyenda.
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