Había repartido la semana el Real
Madrid de Baloncesto, clamando justicia por la agresión a Rudy Fernández en
Kaunas, sacando pecho por tener la mejor línea exterior de Europa y presentando
a su nuevo fichaje, el “anti-Pete Mickael” Tremmell Darden.
Poco o nada, se había hablado de
la visita del C. B. Canarias al Palacio de Deportes.
Las enormes dificultades para
obtener victorias del plantel insular, lejos del Santiago Martín, junto a la
racha imponente del Madrid en casa, hacían sencillo el pronóstico.
Para colmo, unas inoportunas
molestias del pívot montenegrino Blagota Sekulic, restaba aún más opciones al
conjunto dirigido por Alejandro Martínez.
No obstante, los minutos fueron
avanzando sin que esa teórica superioridad del equipo blanco se reflejase en el marcador. Por el contrario, las ventajas visitantes se mantuvieron firmes frente a los envites de un rival que
no pudo evitar hincar la rodilla, en una victoria que ya forma parte de la historia del Canarias.
Entre el enorme esfuerzo
colectivo del cuadro tinerfeño, la estadística destaca dos datos: los 18 puntos
de un Levi Rost, nacido en Michigan, pero ya de corazón lagunero, auténtico
archivo oculto en la rotación aurinegra, que SIEMPRE aporta cuando los partidos
se empinan.
Y los 16 puntos del eterno Richi
Guillén, que no contó en el enfrentamiento previo con el Rigal Barça, pero al
que, en la tarde del domingo, no le dolieron ni los años, ni la espalda, ni el
pasar de ser el pasaporte a la ACB, a que se prefiera la movilidad de un
voluntarioso Lampropoulos, a sus refinadas canastas en slowmo.
Protagonistas de una gesta
histórica que, lamentablemente, no se retransmitió por televisión, y nos perdimos ver la cara de
circunstancias de Iturriaga y del bajito de las gafas. Un chiste sin gracia,
desbocado sin el seny de Manel Comas, que está echando del basket nacional al
aficionado medio, a golpe de forofismo, chascarrillos y ataques de vergüenza
ajena.
Y también una pena la actuación
de un Pablo Laso, que no estuvo a la altura del club que representa.
Comenzó el último cuarto y el tanteo seguía igualado. El entrenador vitoriano, con el rejonazo que le pegó
Navarro en la Copa del Rey aún caliente, y calculando que, tal vez, no iba a
poder salir del pabellón con el puño en alto como sí hizo en Tenerife, aprovechó una falta en contra, para largarse insultando a los árbitros. No contento con esto, en la sala de prensa, se
disfrazó de traductor de Bobby Robson, para ver fantasmas en su segunda derrota
en 25 jornadas de liga.
No te preocupes, Pablo Laso, que
a tener clase también se aprende y no vas a empañar un triunfo con mucho
significado. Porque para el Real Madrid, será sólo un bache de mitad de
temporada que pronto quedará en anécdota.
Pero para nosotros es mucho más.
Pero para nosotros es mucho más.
Es quitarse la espina de la
derrota en Tenerife, que, en aquel momento, parecía señalar un apresurado
descenso a la LEB para un Canarias, hundido por el peso de los complejos.
Es certificar que en la próxima
temporada seguirán sonando los tambores en el Santiago Martín.
Es que el equipo alcance la
mayoría de edad y le diga a la afición que no hace falta que siga siendo ese
sexto hombre, imprescindible para ganar. Que ya se puede sentar en la tribuna
a, sencillamente, disfrutar del juego.
Y es gritar con fuerza en la península, un
estamos aquí para quedarnos.