Durante los 90s, el Billboard
yankee era el reflejo de las dos Américas. El R&B consumido por la
población negra de las grandes ciudades de Costa Este y Oeste. Y el Country de
la blanca y tradicional América profunda. esta última era la banda sonora de la vida de
todos los Billy Bob y Peggy Sue, y de todos los rednecks sureños, que no
entienden una canción sin banjos, pedal steel y violines, y que escuchaban con
devoción cristiana los discos de Garth Brooks.
Aunque para ser justos, lo que
consiguió este natural de Tulsa, ciudad del gran estado de Oklahoma, fue romper
el guetto de la escena Nashville, y llevar sus canciones al mundo.
Semejante hazaña se gestó gracias a Garth Brooks (1989), No Fences (1990),
Ropin´ The Wind (1991), In Pieces (1993)… éxitos comerciales incomparables que
arrasaron no sólo los charts Country, sino que se acomodaron en lo más alto de
las listas Pop, para ver pasar las semanas y los meses. Álbumes que mezclaban las típicas
historias de ambiente rural, con inquietudes inusuales en músicos de su estilo, tales como los malos tratos en la épica “The Thunder Rolls”, las injusticias sociales en “We Shall Be Free”, o, esa conmovedora “The Dance”, canción de
amor que oculta un alegato sobre morir por lo que se cree.
El fulgurante platino de sus
ventas multimillonarias, también fue abrillantado por un directo de alto voltaje en el
que Brooks recuperó los trucos de las bandas de Rock de los 80s, incendiando
(literalmente) el escenario, destrozando guitarras, o, incluso, volando cual
Dave Lee Roth o Paul Stanley, sobre una audiencia poco acostumbrada a esa
explosión de energía en un espectáculo Country. Un torbellino de éxito que le
hizo girar por el lejano Este de Asia, Inglaterra, Australia y Suramérica, y que
permitió una colaboración imposible con sus adorados Kiss.
Aunque la apoteosis del fenómeno
Garth Brooks llegó el 7 de Agosto de 1997, cuando sus botas pisaron Nueva York para deleite del más de 1 millón de personas (!) congregadas en Central Park. El paleto triunfando en el
corazón de la ciudad más snob de todo Estados Unidos, en una noche en la que no
eras nadie, si no llevabas sombrero de ala ancha.
Spike Lee todavía no se lo
cree.
Con el nuevo siglo, el artista
que más copias había vendido en los States, junto al Rey y The Beatles, se marchó a su rancho de Owasso, para ver
crecer a sus tres hijas. De allí, ha salido, de forma esporádica, para una
residencia en el Encore de Las Vegas, o, para conciertos como el que se
celebrará el próximo sábado, 6 de Julio, en el Memorial Stadium, de Oklahoma, a
beneficio de las víctimas del tornado que asoló la zona en el mes de Mayo.
Anyway, hay rumores de un posible comeback en 2014, cuando la pequeña Allie Colleen cumpla los dieciocho. Puede
que no domine los charts como antes, pero seguro que le sobran fuerzas para volver
a subirse al caballo, e iniciar la reconquista de una América que añora la música
del viejo cowboy.
En los 90 pasaron por televisión un concierto de este hombre que me fue cautivando poco a poco, aunque a mí el country ni fu ni fa. Pero esa combinación con el rock y otras músicas poco afines al género hacen de su música algo diferente y especial.
ResponderEliminarGran entrada in crescendo y buen remate final.
Se me olvidó comentar que me da mucho yuyu lo de las barras y las estrellas, pero nada tiene que ver con la música.
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