El joven aspirante con el que
nadie cuenta, contra al gran campeón.
El italoamericano que se enfrenta
a la leyenda, inflada de títulos, que amenaza con tumbarlo en un asalto.
El yankee que llega al corazón
del Imperio amarillo para probar que tiene pólvora en sus guantes para alcanzar
un campeonato del mundo del peso wélter.
Y no, no es un guión descartado
de la saga Rocky, es el combate que la pasada madrugada se disputó en el Cotai
Arena, de Macao (China).
Hasta allí, viajó el, apresuradamente,
apodado The King of New York, Chris
Algieri. Un universitario extrovertido que, tras triunfar en el kickboxing, ha
ascendido como un meteoro en los rankings, sobre todo, tras su agónica victoria
frente al ruso Provodnikov el pasado mes de Junio.
Y enfrente estaba la cara del
boxeo de los últimos años. Con el peso pesado dominado por la aburrida
dictadura de los hermanos Klitschko, ha sido la velocidad y la contundencia de
los puños del Demonio Tagalo lo que
ha fascinado a los aficionados y ha llevado el nombre de Manny Pacquiao más
allá del cuadrilátero.
Un Pacquiao que quería
desquitarse de aquel feo nocaout sufrido frente a Juan Manuel Márquez. Un K.O.
que ha hecho que se asocie el fantasma de la decadencia (y de la lesión
cerebral) al otrora invulnerable Pac-Man.
No parecía preocupado el
filipino, mientras se acercaba al ring, consciente de que con él, no sólo iba
su país natal, sino todo un continente asiático que adora ver como este hombre
apacible le hace crujir los huesos del cráneo a la mayoría de los occidentales
que se atreven a pelear con él.
Por el contrario, la confianza y
la chulería de rapero blanco de Algieri le duró lo que tardó en quitarse la
gorra de visera ancha y que sonase la campana de inicio del primer asalto. Tras
esto, hizo gala de su pasado de kickboxer, y tiró de piernas para correr por el
ring con miedo de que el millón de dólares pactado, le costase alguna cicatriz
de más en su bello rostro.
Con el avance del combate,
Pacquiao se fue contagiando del conformismo de su rival y no dio muestras de
aquella tormenta desatada de antaño. Quizás por el recuerdo de aquella derecha
furtiva de Márquez que le hizo probar el raro sabor de la lona. Quizás por que
no tenía nada que demostrar con un púgil que ni siquiera llegó a digno
sparring.
Mucho más tendrá que hacer en ese
soñado Mayweather-Pacquiao que se empieza a perfilar para 2015.
Una pelea en la que Pac-Man tendrá enfrente a un producto de
la ingeniería genética, diseñado para dominar todas las artes del boxeo y que
se mueve en el cuadrilátero como en el salón de su casa.
El mejor libra por libra que ha existido, campeón invicto y además negro,
como tienen que ser los boxeadores norteamericanos.
Un “Money” Mayweather que ya no tiene excusas para regalarnos un
combate que detenga el mundo y despeje las dudas de quién es el mejor.
Y Algieri que tenga vergüenza y
deje de hacerse llamar el Rey de Nueva York, que ese es el Don, John Gotti como
cantaban los Fun Lovin´Criminals.
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