domingo, 23 de noviembre de 2014

PACQUIAO VS. ALGIERI. EL TIGRE Y LA GACELA.


El joven aspirante con el que nadie cuenta, contra al gran campeón.

El italoamericano que se enfrenta a la leyenda, inflada de títulos, que amenaza con tumbarlo en un asalto. 

El yankee que llega al corazón del Imperio amarillo para probar que tiene pólvora en sus guantes para alcanzar un campeonato del mundo del peso wélter.

Y no, no es un guión descartado de la saga Rocky, es el combate que la pasada madrugada se disputó en el Cotai Arena, de Macao (China).

Hasta allí, viajó el, apresuradamente, apodado The King of New York, Chris Algieri. Un universitario extrovertido que, tras triunfar en el kickboxing, ha ascendido como un meteoro en los rankings, sobre todo, tras su agónica victoria frente al ruso Provodnikov el pasado mes de Junio.

Y enfrente estaba la cara del boxeo de los últimos años. Con el peso pesado dominado por la aburrida dictadura de los hermanos Klitschko, ha sido la velocidad y la contundencia de los puños del Demonio Tagalo lo que ha fascinado a los aficionados y ha llevado el nombre de Manny Pacquiao más allá del cuadrilátero.

Un Pacquiao que quería desquitarse de aquel feo nocaout sufrido frente a Juan Manuel Márquez. Un K.O. que ha hecho que se asocie el fantasma de la decadencia (y de la lesión cerebral) al otrora invulnerable Pac-Man.

No parecía preocupado el filipino, mientras se acercaba al ring, consciente de que con él, no sólo iba su país natal, sino todo un continente asiático que adora ver como este hombre apacible le hace crujir los huesos del cráneo a la mayoría de los occidentales que se atreven a pelear con él.

Por el contrario, la confianza y la chulería de rapero blanco de Algieri le duró lo que tardó en quitarse la gorra de visera ancha y que sonase la campana de inicio del primer asalto. Tras esto, hizo gala de su pasado de kickboxer, y tiró de piernas para correr por el ring con miedo de que el millón de dólares pactado, le costase alguna cicatriz de más en su bello rostro.


Con el avance del combate, Pacquiao se fue contagiando del conformismo de su rival y no dio muestras de aquella tormenta desatada de antaño. Quizás por el recuerdo de aquella derecha furtiva de Márquez que le hizo probar el raro sabor de la lona. Quizás por que no tenía nada que demostrar con un púgil que ni siquiera llegó a digno sparring.

Mucho más tendrá que hacer en ese soñado Mayweather-Pacquiao que se empieza a perfilar para 2015.

Una pelea en la que Pac-Man tendrá enfrente a un producto de la ingeniería genética, diseñado para dominar todas las artes del boxeo y que se mueve en el cuadrilátero como en el salón de su casa.

El mejor libra por libra que ha existido, campeón invicto y además negro, como tienen que ser los boxeadores norteamericanos.

Un “Money” Mayweather que ya no tiene excusas para regalarnos un combate que detenga el mundo y despeje las dudas de quién es el mejor.

Y Algieri que tenga vergüenza y deje de hacerse llamar el Rey de Nueva York, que ese es el Don, John Gotti como cantaban los Fun Lovin´Criminals.

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