martes, 31 de diciembre de 2013

LA JUNGLA DE CRISTAL (1988). I NEED A HERO.




















No fue la primera, pero sí la mejor.

Antes se habían estrenado Acorralado (1982), y Terminator (1984), que se  desvinculaban del género de Aventuras, del Policíaco, o del Bélico, y marcaban las líneas maestras de lo que se comenzaba a llamar Cine de Acción. Historias de planteamiento sencillo y ritmo vertiginoso, en las que el antihéroe solitario lucha por vencer al enemigo superior y salvar a la chica, en medio de un huracán de persecuciones, explosiones y balas.

Incluso el humor ya se había añadido a la mezcla en la icónica Arma Letal (1987). No obstante, en La Jungla De Cristal (1988) confluyen una serie de claves que han hecho que el resto de Action movies sueñen con alcanzar ese aura de clásico definitivo que estos 25 años le han otorgado al film de McTiernan.

Del libro Nothing Lasts Forever, de Roderick Thorp, cuyo personaje principal ya había sido llevado al cine en la piel de Frank Sinatra, se extrae una historia que comienza con el sargento-detective John McClane viajando a Los Angeles para visitar a su familia en Navidad. Tras reunirse con su esposa en la sede de la multinacional japonesa en la que trabaja esta, hace su aparición un grupo de asalto paramilitar, al compás del Himno De La Alegría de Beethoven y del rugido de sus Heckler & Koch MP5. Anyway, no contaban con la presencia de un hombre que decide enfrentarse a ellos, únicamente armado con su instinto de poli de Nueva York, su sarcasmo, una capacidad infinita para soportar el dolor, una Beretta, un paquete de cigarrillos alemanes y un par de huevos.

El papel protagonista pasó por las agendas de Arnold, Sly, Nick Nolte, Burt Reynolds (!) y Richard Gere (!!) hasta que se le adjudica a un actor cómico de T.V., un tal Bruce Willis que buscaba saltar a la gran pantalla, y que fue camuflado en la carátula por la desconfianza que los productores tenían en que él solo pudiera aguantar la película.

No obstante, ese aparente missmatch, no empeora y sí enriquece unos fantásticos 131 minutos de puro entretenimiento que han engendrado un rebaño de largometrajes que repitieron ad nauseam su misma fórmula. 

Y es que el héroe contra terroristas en un único entorno, es un argumento que viaja por Alerta Máxima (1992), Pasajero 57 (1992), Speed (1994), Muerte Súbita (1995), La Roca (1996)…hasta llegar a Objetivo: La Casa Blanca (2013), que, directamente, fusila el guión de La Jungla de Cristal.

No se dan cuenta que, aparte de la historia, lo que atrae de esta película es la masterclass de John McTiernan tras las cámaras, que crea una maquinaria infalible de nervio, agilidad y espectáculo visual. Nada que ver con el mareante frenesí para adolescentes de un género, que hoy sigue perdido en su obsesión por el bigger, higher, faster.

Incluso la propia saga Die Hard se ha contagiado por este declive, en unas últimas secuelas en las que Willis pasa de ser un hombre corriente en el sitio incorrecto en el momento equivocado, a transformarse paulatinamente en un imparable Golem calvo.

Lo más que se acerca al personaje original es su socias, el cochambroso detective Joe Hallenbeck, de la inigualable El Ultimo Boy Scout (1991), similar a McClane en  ingenio, testosterona y frases lapidarias por minuto. Tipos desastrados en tiempos de dioses nórdicos y armaduras de ultratecnología, pero cuya humanidad es una inspiración para el espectador.

Por eso yo siempre querré que me proteja John McClane.

El que se veía acojonado cuando escucha las primeras ráfagas de ametralladora, el que se arranca los cristales de la planta de los pies y le ruega al sargento Powel que le pida a Holly McClane Gennero que lo perdone.

Yo me quedo con ese cínico de incipiente alopecia y camisilla Imperio, insolente y derrotado por la vida, pero siempre dispuesto a luchar por liberar al Nakatomi Plaza de las garras del luciferino Hans Gruber. 

Siempre, aceptando su responsabilidad ante la adversidad.

Siempre, un héroe.


 ¡Yippee Ki Yay, hijo de puta!

sábado, 28 de diciembre de 2013

VAMPIROS SOBRE NASHVILLE.

  • Buenas noches.
  • Buenas noches.
  • ¿Qué desearía tomar esta noche? Espero que haya disfrutado de su última experiencia.
  • Si, si. La verdad es que me he divertido mucho en mi periplo por Whitechapel (2009-2013) y ahora me siento huérfano de una serie que me caliente por las noches. ¿Qué tiene usted para mí?
  • Pues... si le gustó Whitechapel, ahora tenemos en cocina Drácula (2013-??) de la NBC. Una revisión de las andanzas del monstruo creado por Bram Stoker, en la cuál el nosferatu viaja al Londres victoriano para vengarse de una Orden secreta que le arrebató a su gran amor y le condenó a vagar como no-muerto.
  • Suena bien. ¿Y quién es él?
  • A Drácula lo interpreta el bello Jonathan Rhys-Meyers, conocido en las ondas catódicas por su papel de Enrique VIII en Los Tudor (2007-2010).
  • Si, y conocido por beberse hasta los botes de colonia.
  • Jeje... Como le decía, ésta revisión modifica lo planteado en el libro y machacado en las numerosas películas posteriores, con curiosas variaciones de la trama básica y de los personajes clásicos de Mina, Lucy, Van Helsing y hasta del propio Drácula que ejerce de malévolo y cruel protagonista, similar al de los cómics de la Marvel de los 70s.
  • Ya, ya...Aún así todavía no le veo el parecido con Whitechapel. No estará usted intentando colarme gato por liebre. ¿Cómo va de audiencia?
  • Mire, le voy a ser sincero, no está yendo muy allá y hay dudas sobre producir una segunda temporada.
  • Hombre, por favor.¿Cómo me hace usted eso? Me engolosina para después dejarme con los dientes largos, nunca mejor dicho.
  • Oiga, caballero. Quizás prefiera una ración con las 15 temporadas de Urgencias (1994-2009) para quedarse satisfecho.
  • No se ponga así tampoco. Es verdad que la ley de la audiencia no debe ser el único criterio y hay joyas por ahí de temporada y media, que están la mar de bien. Tráigala pa'ca, pero hágame el favor de recomendarme otra cosa, por si me quedo con ganas.
  • Muy bien. Para combinar con la negritud carmesí de Drácula, le sugiero un plato de sabroso pollo frito con pan de maíz y budín de batata. Una serie centrada en la lucha generacional entre dos cantantes, mezclándose con tramas políticas, conflictos amorosos, sueños de fama y mucho, mucho Country. Una serie para ver, pero, sobre todo, para oír y dejarse envolver por el encanto de Nashville (2012-??).
  • Puff, tiene pinta de culebrón, aún así igual lo intento ya que a mí me destetaron con Dinastía (1981-1989) y Falcon Crest (1981-1990), y me ENCANTA el Country. 
  • Pues si le gusta, ésta es su serie. En ninguna otra parte encontrará más información sobre los entresijos de la actual escena, con frecuentes canciones y referencias a artistas de la zona, y visitas a lugares emblemáticos como The Bluebird Cafe o al templo del Country, The Ryman Auditorium. No es la serie perfecta, hay subtramas aburridas y cierta artificiosidad que impide que olvides que estas viendo ficción. Aún así, merece la pena por sus protagonistas: la milf Connie Britton como Country Queen madura es un acierto de casting tremendo y Hayden Panettiere, la inolvidable cheerleader de Héroes (2006-2010), sabe darle fragilidad a su papel de ambiciosa nueva estrella musical. 
  • Ok, ¿Temporadas? 
  • Una concluida de 21 capítulos y otra a mitad con 10 episodios emitidos. Digital + ha comenzado a echarla por lo que podrá optar entre la versión doblada y la v.o.s.e., que siempre es más sabrosa. 
  • Bueno, le voy a dar una oportunidad. Póngamela con la de Drácula que me voy a pegar una maratón el fin de semana, y ya le digo.

viernes, 20 de diciembre de 2013

CINDERELLA. LA VOZ DE LOS OLVIDADOS.



     Una de las llamadas medidas morales que introdujo Mijail Gorbachov en la U.R.S.S. fue la lucha contra el alcoholismo. Se limitaron las ventas de bebidas alcohólicas, se persiguió a los ciudadanos que diesen muestras de embriaguez en la vía pública o en su trabajo, se censuraron las escenas de borrachera de las películas… y se organizó en la capital un festival de música para apoyar la lucha internacional contra las drogas, en asociación con la Fundación Make A Difference.

Dicha fundación era dirigida por el traficante convicto y manager de rock, Doc McGuee, y formó parte de una condena aplicada a McGhee, tras tratar de introducir varias toneladas de marihuana en Carolina del Norte. Así mismo, en ese festival actuaron Sebastian Bach, Richie Sambora, Ozzy Osbourne y todos los Mötley Crüe, que nunca han sido ejemplo de sobriedad.

Anyway, el llamado Moscow Music Peace Festival ´89, evento culmen y a la vez, canto del cisne del Glam Metal, llevó a lo más vistoso de ese estilo al corazón del comunismo, en un célebre vuelo que viajó “cargado” no sólo de instrumentos y  músicos.  

Cosas del Hard Rock 80.

En aquel cartel de infarto que congregó a 240.000 metal heads soviéticos al Lenin Central Stadium, aparecían como grandes atractivos los punteros The Scorpions, Bon Jovilos Crüe; Ozzy ejerciendo de padrino de todos ellos; y nuevas promesas tales como los anfetamínicos Skid Row y una banda de Philadelphia de imagen espantosa, que ofrecía una personal visión del género, haciéndole amplio hueco al blues y al rock sureño.

Un grupo especial que permanece como un secreto para muchos amantes del rock n´roll que aún no han tenido la suerte de conocer la música de Cinderella.


Tras ser descubiertos por Jon Bon en el Club The Empire, de Philly, este les recomendó a Mercury Records, que les publica su debut, Night Songs (1986). Con un hard rock eficaz pero, quizás demasiado incrustado en su época, se dan a conocer con el lascivo single “Shake Me” y saltan a la fama por la frecuente rotación que la balada “Nobody´s Fool” tiene en la MTV.

En el clip, se resaltan las cualidades del alma y líder de la banda, Tom Keifer: su porte ambiguo, semejante a un Steve Tyler gótico, su enorme feeling como guitarrista, su buen gusto como compositor, y, sobre todo, una garganta venenosa, imposible de confundir.


Virtudes que despliega en sus giras con Bon Jovi, Poison o David Lee Roth, colocando a Cinderella como la gran esperanza del rock de la Costa Este, frente a la marea de glam rockers que pueblan Sunset Strip.

Esto, y los tres millones de copias del Night Songs (1986), les da libertad para intentar zafar de modas a su segundo LP, el poderoso Long Cold Winter (1988).

La evolución se percibe desde la intro blusera de la inicial “Bad Seamstress Blues-Fallin´Apart At The Seams”. Los slides, el repiqueteo del birimbao y el fraseo de la armónica inundan la canción hasta que rompen las guitarras eléctricas como muestra del sueño de Keifer: unir pasado y presente, y enchufarle más voltios al sonido de Stones, Aerosmith, ZZ Top y las bandas de blues-rock americanas.


Su segundo tema, el single “Gypsy Road”, una de los favoritas de los fans, nos deja un riff y un estribillo inolvidables, y antecede a la power ballad del álbum, “Don´t Know What You Got  (Till Its Gone)”.

Aquí no hay revisión del pasado y se factura una canción, sentida y hermosa, pero que sigue el ABC de las baladas de su época.

Eso sí, dio pie a uno de los momentos definitivos del rock de los 80s. Cuando en los shows de Cinderella se tocaba “Don´t know..” , la audiencia debía levantar la vista para contemplar cómo una plataforma descendía desde el techo con Keifer tocando un enorme piano de cola blanco.

Sublime.

Tras ella, destacan la melodía de “The Last Mile”, el espíritu de Led Zeppelin apareciéndose por los surcos de la grandiosa “Long Cold Winter”, y composiciones de calidad (“If You Don´t Like It” ,“Fire And Ice”), aunque más convencionales donde se ve que todavía no han cortado amarras con su primer trabajo.

Mención aparte merece la conmovedora “Coming Home”, y su sensibilidad acústica recubierta de piel eléctrica. 


Con su tercer larga duración, mi adorado Heartbreak Station (1990), se dobla la apuesta y se le cose a la bandera sudista de la Unión, toques Soul en coros de voces negras e instrumentos de viento, con resultado avasallador.

La abrasiva “The More Things Change”, el entusiasmo que destila “Shelter Me”, el emotivo crescendo de “Heartbreak Station”, el duelo al sol que evoca “Dead Man´s Road”…joyas que fueron ignoradas por un público que comenzaba a mirar a Seattle. A esto se le une la interrupción del Heartbreak Station Tour, cuando Tom escupe sangre en un ensayo y se le diagnostica una grave afección en las cuerdas vocales, de la que le ha costado recuperarse, varios años de cirugía y entrenamiento.

El fracaso de  Still Climbing (1994) condena a Cinderella, un grupo nacido para la gloria del Estadio a fajarse, actualmente, con Faster Pussycat, Night Ranger o Winger, en los clubs del circuito revival americano.

No obstante, su modesta propuesta actual, no le resta un átomo de grandeza a obras de arte como Long Cold Winter (1988) y Heartbreak Station (1990). Álbumes de sabor añejo, cuyas esencias clásicas los han conservado sin fecha de caducidad, y que aún hoy son defendidos en directo por la punzante voz de un hombre que morirá siendo estrella del rock.


 “Los mejores momentos de mi vida han estado siempre encima de un escenario, con mis mejores amigos y haciendo lo que siempre me ha gustado, tocar y cantar”. Tom Keifer (1993). 

viernes, 13 de diciembre de 2013

BON JOVI (1988-1992). TIEMPOS DE EUFORIA.

   El Heavy Metal puede que sea de Europa, pero el Hard Rock siempre ha sido tan americano como la tarta de manzana, el bourbon o el llevar revolver en el coche.

Y en la delantera mítica yankee aparecen los nombres de Aerosmith, Kiss, Van Halen, Guns N´Roses…y, sí señor, Bon Jovi. Porque antes de que se dedicasen a publicar el mismo álbum una y otra vez. Antes de que Jon se transformase en una señorona de mediana edad, que pasó demasiado tiempo bajo el secador de la peluquería. Antes de enfermar de diabetes por la sobredosis de azúcar con la que saturan sus baladas. Antes de dejar de ser una banda de rock n´roll para ser una marca controlada por un Narciso en permanente ego trip… Antes de toda eso, ocuparon lugar de privilegio en el Olimpo hardrockero y editaron un puñado de discos que siguen siendo, después de tantos años, remedio instantáneo para la depresión. 


New Jersey (1988). Nacidos para correr 2.0.




Tras arrasar con Slippery When Wet (1986), a Bon Jovi se le presentaba la compleja tarea de tratar de confirmarse como el gran grupo de rock de los 80s, en unos tiempos de competencia feroz, con Mötley Crüe recibiendo el cuádruple disco de platino por las ventas de Girls, Girls, Girls (1987), y Skid Row elaborando su intenso debut, mientras que, al otro lado del Atlántico, Def Leppard y Whitesnake, buscan hacer las Américas con trabajos diseñados para el FM.

Además, la sombra de los 14 millones de copias de su anterior producción y una banda extenuada tras una gira de año y medio no eran el mejor punto de partida para revivir el éxito anterior. Así mismo, debían resolver con pericia la delicada cuestión de no editar un Slippery …, 2ª parte, ni alejarse en exceso del Light Metal  que los había hecho grandes.

Repiten con la pareja Bruce Fairbarn/Bob Rock tras la mesa de grabación y vuelven a buscar en el compositor Desmond Child, la llave que les abra las puertas del Top Ten. Colaborador habitual de Kiss, fue el mismo Paul Stanley el que le recomendó a Jon que contase con él, tras el lóbrego 7.800º Fahrenheit (1985). El resultado fueron dos Nº 1 consecutivos como “You Give A Love A Bad Name” y la inmortal “Livin´ On A Prayer”. 

En esta ocasión, de la mágica combinación Bon Jovi-Sambora-Child surgirían nuevos clásicos tales como “Bad Medicine” o “I´ll Be There For You”, de espíritu similar a anteriores hits.

Lo mismo ocurre con el tema que abre el disco, la pegajosa “Lay Your Hands Of Me”: La tensión en las intros, los ouuooooo, los estribillos imbatibles, la presencia de los teclados de Bryan…y todos esos clichés de Arena Rock que son desarrollados con maestría por el quinteto, pero que generan un inevitable déjà vu.

Anyway, al profundizar en New Jersey (1988), se percibe un estilo más maduro al equilibrar las armonías AOR con sus raíces springstinianas en una mezcla imparable de melodía y fuerza.

Una instrumentación más rica, y canciones más largas y variadas, generan temazos como “Blood On Blood” en la que el mercurio corre por el mástil de Richie Sambora en la fantasía infantil de las amistades eternas, “Homebound Train” con esos afilados duelos de guitarra, piano y armónica, o el apasionado medio tiempo “Stick To Your Guns” en la que Jon vuelve a encarnar al cowboy de “Wanted Dead Or Alive” .

El álbum se lanza en Otoño de 1988, alcanza lo más alto de las listas y se inicia una mastodóntica gira de 240 conciertos que concluye en un escenario de Guadalajara, Méjico, con el grupo hecho pedazos y serias dudas acerca de un futuro en común.

La canción: No fue el single más escuchado, ni tampoco es muestra clara de esa nueva madurez de la que hablaba. Pero en este disco, mi corazón está con “Born To Be My Baby”.

Love story de clase obrera que desde el … two, three, four inicial se muestra como un potente artificio de pirotecnia que sube, sube y sube hasta explotar en un memorable estribillo que es inevitable cantar con emoción en la voz y sonrisa en los labios.





Blaze Of Glory (1990). Los valientes andan solos.



Banda Sonora del mito de Billy el Niño interpretado por estrellas del cine adolescente como Emilio Estévez, Kiefer Sutherland o Christian Slater. La forman diez temas en los que se conjugan la épica del western con una versión más tradicional del sonido Bon Jovi.

Fue el hijo listo de Martin Sheen el que le pidió a Jon que le cediese “Wanted Dead Or Alive” como tema principal del soundtrack. No obstante, el cantante prefirió componer un LP entero por el que aparecen artistas del calibre de Jeff Beck, Elton John, Little Richard, o el añorado Ratt, Robbin Crosby.

Tras visitar el rodaje e incluso actuar como extra, se trasladó a Los Angeles para examinarse en solitario. Sin las exigencias comerciales de la banda madre, Jon engendró un trabajo que, si bien tenía canciones que podrían haber encajado en producciones de Bon Jovi, tales como el festivo single “Billy Get Your Guns” o “Never Say Die” que parece sacada de las sesiones de New Jersey (1988), el grueso del disco son temas que, en fondo y forma, se distancian del pasado.

La sentida tonada “Blood Money”, la espiritualidad que se respira en “Bang A Drum”, o la cólera country de la canción nominada al Oscar “Blaze Of Glory” son muestras de la intención del artista en adentrarse en el American Classic Rock y crear una obra atemporal.

El resultado final peca de cierta dispersión, y, como de costumbre, fue machacado por la crítica.  Aún así, yo antes me corto una mano que deshacerme de mi cascado CD de Intrépidos Forajidos, que fue como se conoció a la película en España.

Las ventas acompañaron y se comprobó que había vida sin Child y Sambora. El clip de “Blaze Of Glory”, mostrando la soledad de Jovi en lo alto de las montañas de Moab, en Utah, parecía anticipar el fin definitivo de la banda.



La canción: Para mí, es imposible oírla una sola vez. Para saciarme, por lo menos, necesito escuchar dos o tres veces seguidas los violines que resuenan en “Santa Fe”.

Tras visitar el set de rodaje situado en esa localidad de Nuevo Méjico, el cantante tituló así, la brutal power ballad que narra una historia de venganza al sur de la frontera. 

En ella, Jon se viste de Arma Joven para de nuevo hablar con Dios, en lo que es el leit motiv del disco, y le advierte que no le guarde sitio en el Cielo, si el Diablo tiene su camino.

Porque cuando conozca al Hacedor, en su alma insalvable pesarán todos los corazones que rompió y todas las vidas que tomó.

Y maldice a este mundo por transformar al hombre bueno en malo y convertir a un asesino en un héroe.

Y avisa que este pecador sin nombre está cabalgando de regreso a Santa Fe,

porque tiene deudas que pagar en Santa Fe,

porque hoy, es el Día del Juicio en Santa Fe.




Keep The Faith (1992). Life After Death.



Terapia de grupo, la salida del manager Doc McGhee y la ambición sin límites de Jon, permitieron al grupo escapar del fin de las Hair Bands.

Adiós melenas crepadas, adiós maquillaje, adiós spandex y pañuelos de colores, y hola a una imagen más sobria de vaqueros y camisetas negras, y a un sonido más limpio, pero igual de contundente.

Se buscó que Bob Rock repitiese lo conseguido con el Black Album (1991) de Metallica: reinventarse para avanzar, captar a un nuevo público, conservando al grueso de tus fans menos inmovilistas.

Y el resultado no pudo ser mejor. Pese a la frialdad con la que fue recibido en los States, en Europa el disco triunfó. Sus singles sonaron con fuerza en la radio, y hoy son igual de coreados en los directos que viejos clásicos como “Runaway” o “In And Out Love”.

En esta ocasión, a la sempiterna herencia del Boss, se le une una querencia no reconocida al sonido U2 y su reciente Achtung, Baby (1991).

No obstante, la banda suena pletórica en inmensas canciones de rock sin apellidos como la radiante  “I Believe”, el vacile stoniano de “I´ll Sleep When I´m Dead”, la emoción pura comprimida en “In These Arms” (…ese doloroso beeeeeeibiiiiii  final con el redoble de tambores de Tico Torres de fondo…) , o el pseudo metal de  “If I Was Your Mother”.

Y mención aparte merece el viaje a la América desheredada de “Dry County”. Diez minutos de desesperanza, Fenders desbocadas y grandeza, venerados por los fans de todo el mundo que imploran que suene en cada concierto, con el anhelo de desmayarse con el épico segundo solo de Sambora.

Su cara B desciende claramente el nivel, y sólo se salva la vintage “Blame It On The Love Of Rock And Roll”, pero es que si fuese igual de buena que su primera parte, sería una puta obra maestra.

La canción: Carta de presentación del álbum, para un adolescente en el invierno del 92, no había NADA que le diese más marcha que el pum-pum-pum-purum-purumpurum de Alec John Such en la intro de “Keep The Faith”.

Me da igual sí es pariente del “The Fly “de U2 o del “Simpathy For The Devil” de los Rolling. Tiene un groove único que se te mete bajo la piel, y todavía impresionan las imágenes de los Bon Jovi tomando las calles de New York con la prestancia de  una legión romana.


Una pena que la consigna de conservar la fe, no se aplicase también al grupo.


El veneno de la decadencia.


Tras el recopilatorio Cross road (1995), se publica una obra ramplona y ñoña como These Days (1995), ya sin el bajista John Such, que sería la antesala de la debacle posterior.

Discos y discos cada vez más standard, que han perdido toda personalidad y que buscando gustar a todos, no gustan a nadie.

El problema está en la burbuja en la que vive Jon, rodeado de un ejercito de Yes, man, que no le rechistan los disparates que comete.

Porque da pena y sentimiento ver el documental When We Were Beautiful, rodado durante el Lost Highway Tour de 2008, en el que el 80% del metraje lo componen secuencias del cantante hablando de lo dura que es la vida de la estrella del Rock, de comprar un equipo de fútbol americano o que busca ser considerado el Tom Cruise del rock (WTF!). Y lo peor es que el resto de pobres diablos de la banda(?), sólo aparecen para hablar de Jon.

El delirio es tal que se ha atrevido a salir este año de gira sin Richie Sambora.

Espero que las pobres ventas del anodino What About Now (2013) le hagan espabilar, coger la guitarra sin mirar la calculadora, y recordar el hombre que una vez fue.

Mientras tanto, ahí están los discos del pasado cuyo música siempre será celebración de juventud, medicina para el alma, y gasolina para el sábado noche.



domingo, 1 de diciembre de 2013

WHITECHAPEL. HORROR A LA CARTA.


  • Buenas noches.
  • Buenas noches.
  • ¿Qué serie le apetecería tomar al señor?
  • Mmmm… ¿Qué me sugiere usted?
  • ¿Le apetece del país o importación?
  • Importación, por favor.
  • De importación tenemos la última temporada de Breaking Bad (08-13) que está gustando mucho, y la podemos acompañar con un capítulo de Homeland (11-…).
  • Mire, no quiero ver lo que ve todo el mundo, preferiría algo más exótico. No quiero el puto Juego De Tronos (11-…) ¿Me explico?
  • Entiendo. ¿Comedia, policíaca, terror, médica, histórica, …?
  • Algo de policíaco no estaría mal. Aunque, en realidad, mi serie siempre ha sido Sobrenatural (05-…) de la que me trague 6 temporadas.
  • Ya veo. Pues precisamente nos acaba de llegar algo que quizás le interese. ¿Le gustan las series inglesas?
  • Claro. De niño me partía de risa con El show de Benny Hill (55-91).
  • Jeje… Pero el caballero seguro que conocerá la última hornada de seriales británicos que tanto éxito están cosechando.  Sherlock (10-…), la adictiva adaptación del mito de Conan Doyle, o Luther (10-…), en la que un inmenso Idris Elba detiene a psicópatas sirviéndose de su brillante y frágil mente.
  • ¡La he visto!, las tres temporadas. Me encanta Idris. Aunque la última fue un tanto floja.
  • Estamos de acuerdo. Bueno, pues imagínese el sanguinolento Londres de Luther cubierto de una espesa atmósfera gótica y la resurrección de lo más granado de los villanos clásicos de la pérfida Albión: Jack el Destripador, los hermanos Kray, el Boogey Man, las brujas del S. XVI… Imagínese una negra pesadilla extendiéndose por un modesto barrio del East End y un grupo de policías tratando de evitar que las puertas del Infierno se abran de par en par. Imagínese Whitechapel (09-…).
  • Jejeje…que bueno era Benny Hill, me encantaba cuando le daba de collejas al calvo, y la musiquita…taaaa-rara-rara-rarara-tarara-tararara-tarara…Jejejejeje.
  • Ejem, ejem.
  • Perdone, me decía de una serie en plan Luther, de asesinatos y tal, pero con más terror, ¿No?
  • Exactamente.
  • Pero…¿Y los personajes? ¿Es sólo un procedimental inconexo o hay linea argumental? Se me indigestan las máscaras recitando texto.
  • Al contrario. La serie orbita sobre la evolución de la relación entre el refinado Inspector Joseph Chandler, el veterano de culo pelado Ray Miles y Steve Pemberton, el obsesivo investigador que gestiona el archivo del sótano de la Comisaría, al que se acude para escarbar en el pasado la respuesta a los brutales crímenes que asolan al pequeño distrito londinense.
  • Comprendo. ¿Cómo se sirve?
  • Se degusta en unos jugosos dieciocho capítulos en v.o.s.e. Ideal para la soledad de la noche, servida junto a un buen whisky de malta en vaso bajo. También solo.
  • ¿Con subtítulos? Bueno, así practico el inglés. No se hable más. Me interesa. Que me la sirvan ya, que me ha puesto usted los dientes largos.
  • No se arrepentirá, caballero.

viernes, 29 de noviembre de 2013

ROMMEL FERNÁNDEZ. SIEMPRE EN EL RECUERDO.


Llama la atención su apodo.

Entre el bestiario latino de piojos, burros, conejos y focas, destaca el Panzer con el que bautizaron al panameño. Mitad por la memoria del militar alemán. Mitad por su traza de potente nueve que irrumpía en el área para volar entre los defensas y propulsar el balón hasta la red contraria.

Condiciones descubiertas por el buen ojo de José Antonio Barrios, en aquel Mundialito de la Emigración que organizaba el C. D. Tenerife. Tras ser el segundo máximo goleador del torneo, fue retenido en la isla por el Club, pese a no poder jugar con el equipo que, en aquel año 86 militaba en 2ª B.

No obstante, Javier Pérez costeó un año en blanco que permitió afinar el juego callejero del ariete que, ya en Segunda División, comenzaría a hacer avanzar al Panzer entre los nombres de los mejores delanteros del fútbol nacional. 

En el año 89, sus dieciocho goles empujaron al Tenerife a una Primera que no pisaba desde la 61-62, y después fue pieza clave en la temporada de la permanencia, recibiendo el trofeo EFE al mejor jugador iberoamericano.

Sin embargo, trescientos millones de pesetas del Valencia rompieron el idilio entre el futbolista y una afición que se vio huérfana del jugador que habían hecho ídolo, tanto por su esfuerzo dentro del campo (48 goles en 122 partidos vistiendo de blanquiazul), como por un tremendo carisma que lo mantienen en un lugar privilegiado en la memoria del Tinerfeñismo.



Ni siquiera las escuadras de Valdano o Heynckes que pasearon el nombre de la isla por Europa, le hacen sombra a este chicharrero de corazón que, por casualidad, nació en el barrio del Chorrillo de Panamá, y que nos abandonó un 6 de Mayo de 1993, en una carretera de Albacete.

El homenaje en su país de origen, fue renombrar el Estadio Nacional como Estadio Rommel Fernández.

No es menor el tributo que se le rinde en una esquina del Heliodoro Rodríguez López, en la que nunca faltan flores ni velas.

Un mosaico del delantero celebrando uno de los goles que inauguraron la época más gloriosa del C. D. Tenerife.

Un reconocimiento perenne que da pie a que se le cuente a las nuevas generaciones quién fue Rommel Fernández.

Un camino, para que viva en el recuerdo.


 

martes, 12 de noviembre de 2013

EL RAT PACK. LET´S START THE PARTY!



   En la América de los 60s, la Velvet le inyecta arte a los oscuros callejones de Nueva York y el movimiento por los derechos civiles del Dr. King marcha sobre Washington. Los rusos ponen un pie en el espacio y The Beatles hacen suya la doctrina de Chuck Berry.

Pero para los chicos del Rat Pack todo eso ocurría en otra galaxia.

Su mundo era otro. Dino, Frank y Sammy vivían subidos a un carrusel de actuaciones en los mejores casinos de Las Vegas, multitudinarios programas de televisión para todo el país, ganancias millonarias con sus discos y películas, y juergas interminables, hasta las cejas de Jack Daniels y Percodan.

Aunque para ser justos, ellos también contribuyeron a la revolución social americana.

Pero claro. A su manera.

Como cuando Sinatra movió los hilos con la Familia para conseguir que John F. Kennedy llegara a la Casa Blanca. O cuando acogió bajo su manto a Sammy Davis Jr. en una época en la que no podía bañarse en la piscina de los hoteles en los que cantaba.

Aún así, pese a que Frank Sinatra le abrió muchas puertas en el Show Business, sólo ayudó a darle más resonancia al talento total de Sammy. Un negro deforme y tuerto que en escena, era una fuerza colosal capaz de cantar, bailar, tocar varios instrumentos y transfigurarse en geniales imitaciones.
 
Amigos.

Davis le agradecería al Ol´ Blue Eyes el que lo apadrinase en sus comienzos con una lealtad canina que duró hasta el final.

Con Dean Martin la relación fue distinta. Dino ya había cosechado grandes éxitos formando pareja cómica con Jerry Lewis y su encanto irresistible le aseguraba una larga y exitosa carrera con o sin la ayuda de Sinatra. Martin disfrutaba pasando excitantes temporadas en, lo que él llamaba, “el mundo de Frank”, pero tenía una personalidad independiente que no empataba bien con el servilismo de La Voz con sus amigos de la Mafia, su carácter explosivo o su obsesión con Ava Gardner.

Eso sí, sobre el escenario la combinación de los tres era avasalladora. Siempre con la diversión como meta, fueron estandarte de lo políticamente incorrecto, ante un público que adoraba verles emborracharse y lanzar chistes groseros.
 
Con Johnny Carson.

¿Quiénes se creían esos piojosos melenudos de los Rolling Stones para intentar competir con el pasatiempo favorito de la América conservadora?

Ya llegaría su momento, pero en ese tiempo todavía reinaba la Corte de Sinatra, y no sólo en la música, sino también en cine, alternando productos más comerciales con films de calidad.

Y para quién lo dude, que contemple a Dean Martin aguantándole la mirada a John Wayne en el western "Río Bravo" (1959) o vea la inolvidable interpretación de Frank en "De Aquí A La Eternidad" (1953), por la cual recibió el Premio de la Academia.

Otra cuestión sería preguntar por esa oferta irrechazable que Sam “Momo” Giancana hizo a los dirigentes de la Columbia para que Sinatra vistiera las camisas hawaianas de Angelo Maggio.


El Séptimo Arte también cuenta con una perfecta radiografía del Rat Pack, la entretenida "La Cuadrilla De Los Once" (1960).  En ella están presentes muchas de las características que los definían: el machismo, el gusto por el alcohol, su música, los intentos de Martin por frenar los planes descabellados de Sinatra, el glamour chabacano de Las Vegas, el codearse con gangsters como George Raft…

Lamentablemente para ellos, the times they are a-changin´. En pocos años, ya no habría sitio para sus espectáculos de esmoquin y gran orquesta, y las reuniones de los tres amigos, ya sexagenarios, serían esporádicas. Aún así, a los antiguos fans se les unirían nuevas generaciones que querían aplaudir la grandeza de unos artistas que, después de tantos años, ya eran parte de la familia, y cuya desaparición dejó un enorme hueco en el Entertainment norteamericano.

Anyway, hay esperanza de que parte de la magia regrese con el biopic de Sinatra que prepara Martin Scorsese. En él, seguro que habrá espacio de sobra para celebrar las andanzas del atajo de ratas y conseguir que los viejos focos del casino vuelvan a encenderse sobre una época irrepetible.