En la América de los 60s, la
Velvet le inyecta arte a los oscuros callejones de Nueva York y el movimiento
por los derechos civiles del Dr. King marcha sobre Washington. Los rusos ponen
un pie en el espacio y The Beatles hacen suya la doctrina de Chuck Berry.
Pero para los chicos del Rat Pack
todo eso ocurría en otra galaxia.
Su mundo era otro. Dino, Frank y
Sammy vivían subidos a un carrusel de actuaciones en los mejores casinos de Las
Vegas, multitudinarios programas de televisión para todo el país, ganancias millonarias
con sus discos y películas, y juergas interminables, hasta las cejas de Jack
Daniels y Percodan.
Aunque para ser justos, ellos también
contribuyeron a la revolución social americana.
Pero claro. A su manera.
Como cuando Sinatra movió los
hilos con la Familia para conseguir
que John F. Kennedy llegara a la Casa Blanca. O cuando acogió bajo su manto a Sammy
Davis Jr. en una época en la que no podía bañarse en la piscina de los hoteles
en los que cantaba.
Aún así, pese a que Frank Sinatra
le abrió muchas puertas en el Show Business, sólo ayudó a darle más resonancia
al talento total de Sammy. Un negro deforme y tuerto que en escena, era una fuerza colosal capaz de cantar, bailar, tocar varios instrumentos y transfigurarse en geniales imitaciones.
Davis le agradecería al Ol´ Blue Eyes el que lo apadrinase en
sus comienzos con una lealtad canina que duró hasta el final.
Con Dean Martin la relación fue distinta. Dino ya había cosechado grandes éxitos formando pareja cómica con
Jerry Lewis y su encanto irresistible le aseguraba una larga y exitosa carrera
con o sin la ayuda de Sinatra. Martin disfrutaba pasando excitantes temporadas
en, lo que él llamaba, “el mundo de Frank”, pero tenía una personalidad independiente que no
empataba bien con el servilismo de La Voz
con sus amigos de la Mafia, su carácter explosivo o su obsesión con Ava Gardner.
Eso sí, sobre el escenario la
combinación de los tres era avasalladora. Siempre con la diversión como meta,
fueron estandarte de lo políticamente incorrecto, ante un público que adoraba verles
emborracharse y lanzar chistes groseros.
¿Quiénes se creían esos piojosos
melenudos de los Rolling Stones para intentar competir con el pasatiempo
favorito de la América conservadora?
Ya llegaría su momento, pero en
ese tiempo todavía reinaba la Corte de Sinatra, y no sólo en la música, sino
también en cine, alternando productos más comerciales con films de calidad.
Y para quién lo dude, que contemple
a Dean Martin aguantándole la mirada a John Wayne en el western "Río Bravo" (1959)
o vea la inolvidable interpretación de Frank en "De Aquí A La Eternidad" (1953), por la cual recibió el Premio de la Academia.
Otra cuestión sería preguntar por
esa oferta irrechazable que Sam “Momo” Giancana hizo a los dirigentes de la
Columbia para que Sinatra vistiera las camisas hawaianas de Angelo Maggio.
El Séptimo Arte también cuenta
con una perfecta radiografía del Rat Pack, la entretenida "La Cuadrilla De Los
Once" (1960). En ella están
presentes muchas de las características que los definían: el machismo, el gusto
por el alcohol, su música, los intentos de Martin por frenar los planes
descabellados de Sinatra, el glamour chabacano de Las Vegas, el codearse con
gangsters como George Raft…
Lamentablemente para ellos, the times they are a-changin´. En pocos
años, ya no habría sitio para sus espectáculos de esmoquin y gran orquesta, y
las reuniones de los tres amigos, ya sexagenarios, serían esporádicas. Aún así,
a los antiguos fans se les unirían nuevas generaciones que querían aplaudir la grandeza de unos artistas que, después de tantos años, ya eran parte
de la familia, y cuya desaparición dejó un enorme hueco en el Entertainment norteamericano.
Anyway, hay esperanza de que parte
de la magia regrese con el biopic de Sinatra que prepara Martin Scorsese. En él,
seguro que habrá espacio de sobra para celebrar las andanzas del atajo de ratas y conseguir que los viejos
focos del casino vuelvan a encenderse sobre una época irrepetible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario