La clave está en que parezca fácil, que se hace sin esfuerzo.
Que ser icono surge de forma
espontánea.
Pero lamentablemente, no es así.
Hacen falta quintales de magnetismo
para alcanzar ese je ne sais quoi de
los elegidos.
Porque no todos podemos molar
tanto como Steve McQueen.
Si viviera, a ese hombre atormentado,
de rostro esculpido y mirada láser, más a gusto entre las emanaciones de etanol
de las carreras de coches que participando del juego de Hollywood, seguro que
le haría gracia el predicamento que tiene su forma de vestir (vivir), décadas
después de su muerte.
El total denim look de La Última
Tentativa (1963), la combinación imbatible de trench, americana y jersey de
cuello alto con la que recorría las calles de San Francisco en Bullit (1968),
el impecable tres piezas salido de la aguja de Theadora Van Runkle de El Caso
Thomas Crown (1968), el traje negro de La Huida (1972)… conforman un moderno desfile de
acierto tras acierto en el difícil arte de expresar carácter mediante estética.
Pero no sólo en las películas
brillaba el estilo McQueen. En sus fotos casuales, las rebecas de lana o
chaquetas beige Burberry más propias de cuarentón aburrido, se convierten,
instantáneamente, en relajada tendencia al impregnarse del carisma del king of cool.
Sencillez, elegancia y virilidad
a raudales que no han pasado desapercibidas para la marea de marcas que hoy quieren
asociarse a su nombre. Ejemplo de ello es la feroz batalla que desde hace años
libran las cazadoras Belstaff y Barbour por situarse como la favorita del actor,
su resurrección en los spots de TAG Heuer Mónaco y Ford Puma o el homenaje que
recientemente le ha rendido la casa italiana Persol, lanzando una edición
especial de sus gafas PO 714 SM, como tributo al impagable marketing que supone que las llevara todo un Steve McQueen.
Por todo ello, en esta época de
hombres que se visten como niños, de tarados de tatuaje grosero, piercing
dorado, y ropa deportiva hasta en las bodas, existe el deber de intentar
acercarse al discreto encanto del mito, bajo la premisa de que no son los ojos el
espejo del alma.
Para mí siempre será el hombre de la Gran Evasión, una de mis pelis favoritas. Controvertido ese último párrafo. Le daré otra vuelta más para ver dónde querías apuntar exactamente y ya lo discutiremos.
ResponderEliminarMucha clase en esta entrada.
Gracias, Kiko. La ropa es una forma de comunicación y un signo de educación para con las personas con las que convivimos. Eso no significa que se vaya la mitad del sueldo en Zara como hace Marita, significa que hay que cuidar el aspecto, al igual que bañarse todos los días, decir gracias y por favor, ser puntual y hablar mirando a los ojos.
ResponderEliminar¿Qué coño es ese blog de lesbianas que te sigue, Kiko? ¿Esto qué es? Recomiéndale una película de McQueen y veras como le empiezan a entrar ganas de sentir algo duro entre las piernas.
Steve McQueen sobre la moto en "La Gran Evasión" es tan grande como la vida.
ResponderEliminarQué burro eres
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