sábado, 29 de junio de 2013

JULIUS ”DOCTOR J” ERVING. EL DIOS DEL TRUENO.

“Él fue quién lo empezó todo.”
Michael Jordan



    Hace años, antes de Internet y de la televisión por cable. Antes del basket global y de poder ver en directo partidos que se juegan al otro lado del mundo, imperaba la antigua tradición de la transmisión oral de las leyendas.

Historias mil y una veces contadas que el oyente hacía propias, ilustradas por ajados recortes de prensa, levantaban los mitos.

Mitos de generación espontánea cómo el que se comenzó a gestar a finales de los 60s, en el corazón del Harlem neoyorquino, en la meca del streetball, Rucker Park.

Hasta allí peregrinaban los que querían ser testigos.

Los que querían comprobar si era verdad lo que se contaba sobre aquel corpulento alero de movimientos suaves y mates violentos.

Los que querían poder decir: “Yo vi jugar al Doctor J”. 


Con su paso al profesionalismo, Julius Winfield Erving II, pronto pasaría de figura local a ser conocido en todo el país. Fue la imagen de aquella incipiente ABA que quería devolverle el baloncesto al pueblo. Una efímera liga que cambiaba táctica por espectáculo, pero que perdió su pulso con la NBA en 1976 al carecer de un contrato televisivo nacional.

La absorción de la ABA, terminó con Erving en unos Philadelphia 76ers, que desde el título del 67 con el gigante Wilt Chamberlain, no levantaban cabeza.

Y fue entonces cuando el Dr. J se convirtió en el negro más cool de América.

Aquel inmenso peinado afro que caminaba por el aire y caía sobre el aro con la crueldad de una plaga bíblica, dejó un reguero de canastas memorables que lo convirtieron en el Houdini de su época, el artista al que se debía ir a ver, cuando el doctor operaba en la ciudad.

 

Porque la grandeza del Dr. J, no se la dieron los records de anotación, ni los duelos con Larry Bird, ni el anillo del 83.

Los sinceros aplausos que recibían a Julius Erving en cada pabellón en su despedida en 1986, fue un gracias por los recuerdos de tantos momentos de inspiración.

Y entre todos, me quedo con ese eterno contraataque jugando contra Lakers, con Erving cruzando un enfervorecido Spectrum, acunando el balón mientras hace una batida de salto de altura, y culminado con ese mate glorioso sobre Michael Cooper que se tapa la cara para salvar los dientes. 

Una jugada que la empiezas a ver sentado y la terminas de pie, con los puños cerrados y los ojos empañados.

Así que, ya saben, si se notan con las defensas bajas, no lo piensen más y pidan cita en Youtube, con el doctor.

viernes, 14 de junio de 2013

BLACK SABBATH. MAGIA NEGRA.



      El nuevo trabajo de Black Sabbath, “13” (2013), es momento ideal para que se extienda la oscuridad y se celebre la historia de los músicos que transportaron los ecos de sombrías épocas pasadas en el alumbramiento del Heavy Metal.

John “Ozzy” Osbourne, Tommy Iommi, Geezer Butler, y Bill Ward, los hombres de Cromañón del rock, comenzaron a componer, inspirados por el bramido de las fábricas metalúrgicas del Birmingham de los 60s, que traspasaba las paredes de su local de ensayo. Precisamente, en una de esas fábricas, se dejó Iommi, la punta de los dedos corazón y anular de su mano derecha. Tras esto, elaboró unas fundas que le ayudasen a tocar, y rebajó la tensión de las cuerdas de su guitarra, dando lugar a ese característico sonido grave y denso.

El gusto del guitarrista por abusar del diabólico tritono, prohibido durante la Edad Media, la batería tosca de Ward, las despiadadas líneas de bajo de Geezer, y el carisma trastornado de Ozzy, recubierto todo por una envoltura siniestra, heredada de un clásico del Giallo italiano de Mario Bava, engendraron esa perla negra que todavía son Black Sabbath.  

“Black Sabbath”(1970), “Paranoid”(1970), “Master of Reality” ”(1971), “Black Sabbath Vol. 4”(1972)…enormes obras en las que, si se cierran los ojos y se escucha con atención, se puede percibir como bajo sus surcos se ajustan los engranajes del nuevo género.

Porque de aquella Santísima Trinidad de los 70s, Zeppelin y Purple eran (maravillosas) derivaciones del blues-rock y del sinfonismo, pero lo que urdieron estos cuatro paletos del Oeste de Inglaterra tiene el mérito del pionero que se adentra en lo inexplorado.

Una ceremonia arcana que duró seis discos, hasta que, picando los años 80s, Sharon Ozzy, decidió que estaba cansado del absolutismo de los bigotudos, y abandonó la banda, para esnifarse el éxito en solitario.

Tras la marcha de Ozzy, Iommi eligió colocar al frente del escenario al gran matadragonesRonnie James Dio, que bañó de suntuosidad el sonido del grupo. 


Aquella voz portentosa, hermosa como ver el mar por primera vez, hizo que los fans perdonasen la blasfemia de que otro cantase los clásicos de Ozzy. Sin embargo, la banda se desmembraba y la decadencia fue marcando el devenir de la nave oscura.

Los siguientes años fueron recorridos por unos Sabbath de entreguerras que, por momentos, se ahogaron en una caricatura marcada por el constante trasiego de músicos sin nada en común con los Señores de las Tinieblas, como los exDeep Purple, Ian Gillian y Glenn Hughes, o por cantantes de segunda fila como el impersonator de Dio, Tony Martin. 
  
¡Equipazo!

No fue hasta el 97, cuando se reúne la formación original para una nueva gira, que se asientan como leyenda viva del Metal y se les da la reverencia que merecen, coronada con este anhelado "13"(2013).

Porque Black Sabbath está en Metallica, en Pantera, en Soundgarden, en el Death, en el Doom, en el Stoner, y está en cualquier grupo vestido de negro, con el valor de volver a invocar el gruñido del dios pagano llegado de otra dimensión.

jueves, 13 de junio de 2013

MIAMI HEAT-SAN ANTONIO SPURS. PELÍCULA DE CULTO.

Somos un equipo que respeta el juego del baloncesto.” Coach Pop.


…not two, not three, not four, not five, not six, not seven…” LeBron James.


    Los playoffs NBA del 2013 llegan al ultimo asalto con unos Miami Heat que alcanzan su tercera final consecutiva, más sofocados de lo previsto.

Tras un suave calentamiento con los amigos de los Bucks, el clan de ninjas de los Bulls y unos ilusionantes Indiana Pacers le han quitado a Miami ese aura de furia roja imparable, que les daba la temporada regular. 


Justin likes Miami Heat!

Ante la intermitencia de D-Wade, y, un Chris Bosh, que todavía está buscando aparcamiento en las puertas del pabellón, los Heat se han agarrado al basket brutal de LeBron, y al tiro de tres de Ray Allen y de un inesperado “Achaques” Miller, para acometer un back-to-back, que les de respeto en la NBA.

Lo van a tener complicado porque enfrente están los de siempre.

Los fantasmas de las Navidades pasadas, que buscan cumplir su tradición de anillo en años impares.

Unos viajeros del tiempo, que han evolucionado del amarrategui revenido de sus primeros títulos a un baloncesto armonioso de talle europeo.

Unos épicos San Antonio Spurs, comandados por el mito andante Tim Duncan y el Sargento Popovich, que durante estos años, se han tragado eliminatorias de 4-0 y 4-1 en contra, sin pestañear, y que se merecen este último baile.

Tras la primera victoria del equipo tejano, un enrabietado LeBron se vengó, violando al tierno Splitter y poniendo el 1-1 en una serie que viaja a la ciudad de El Álamo.

Los 16 puntos a favor de Miami, envalentonaron a los nuevos ricos de la NBA, que no llegaron al AT&T Center ataviados para aguantar el chaparrón de triples que arreció en el tercer cuarto, y que dejó el final del partido como divertimento en el que ver los últimos coletazos de T-Mac.

Una humillación que no supera, como imagen, el final del primer encuentro.

El pequeño Parker que se escurre bajo el brazo poderoso de King James. 

Un tiro imposible al límite de la posesión.

Los dedos de Dios en una canasta que ya es momento clásico de las Finales. 

Un acercarse a que la historia de la franquicia del negro y plata no se lea en crónicas deportivas, sino que sea una película de culto con el basket como excusa para hablar de los fundamentos de la fe.


GO,
SPURS,
GO.