viernes, 18 de septiembre de 2015

KEITH RICHARDS “CROSSEYED HEART”. EL ÚLTIMO SOLDADO DEL PELOTÓN.


La génesis de los tres álbumes en solitario de Keith Richard ha sido muy diferentes.

Si Talk Is Cheap (1988) era su respuesta a los intentos de Jagger por enterrar a los Rolling y lanzarse como solista, y Main Offender (1992), la necesidad de airearse de la maquinaria stoniana, este recién nacido Crosseyed Heart (2015) es, únicamente, el puro placer de sacarse de dentro las canciones que le pudieran quedar, por si a los Stones no les apetece volver a pisar un estudio.

Como avance se lanzó en Julio el single “Trouble”.  Espontáneo y directo, el tema lleva la firma de su autor en cada redoble de batería, en cada fraseo de su inconfundible guitarra, en cada verso mascullado por un Richards que transmite el mismo optimismo que desprende la portada del disco. A diferencia de sus hermanos mayores, desaparece el gesto grave de antaño y muestra la sonrisa del que saborea con orgullo las aventuras vividas.


Aún así, en principio, Keith no lo tenía demasiado claro y fue el batería y productor Steve Jordan, el que le convenció de volver a reunir en Nueva York, a los X-Pensive Winos tras veintitrés años de hiato musical. Aunque el tiempo pasa hasta para los mitos, y no fueron las caóticas sesiones de grabación de su anterior trabajo, en las que acabaron con las reservas de Jack Daniels de la zona, ni tampoco el desfile de colaboradores (Bootsy Collins, Maceo Parker, Bernie Worrell…), que ayudaron a Keef a darle forma a su primer disco. Esta vez, todo se ha desarrollado de forma más relajada y se ha aprovechado el talento multiinstrumental de los Winos. 

Los X-Pensive Winos en acción.

Por los Estudios Germano del Soho, sólo apareció una noche la divina Norah Jones para cantar “Illusion”. Tras haber compartido escenario en un homenaje a Gram Parsons, Keith quiso contar con ella para darle un poco de Soul a un disco que es fiel retrato de sus filias musicales (vitales): la verdad del Blues (“Crosseyed Heart”, “Goodnight Irene”), el recuerdo Reggae de sus años en Jamaica (“Love Overdue”), la pureza de los 50s (“Blues In The Morning”), la honradez del Country (“Robbed Blind”), esas baladas taciturnas que siempre cuela en los trabajos de los Stones (“Nothing On Me”, “Lover´s Plea”) o experimentos propios de su íntimo Tom Waits (“Substantial Damage”).

El resultado es un trabajo variado y maduro, que ofrece el dulce disfrute de lo previsible estando The Human Riff  por medio: una pasta en la que se entremezclan las esencias del Rock con la personalidad de un artista, al que las arrugas no le han alejado de sus raíces.

También ha sido un regalo la promoción del álbum en la que este perro viejo del negocio, aparte de prometer disco de los Rolling Stones para el año que viene, ha repartido cariñosos cachetones a Black Sabbath, Metallica, Grateful Dead o incluso a los Beatles. Desprecios, mitad reales, mitad provocación, que son celebrados por los fans que encendemos cada mañana el ordenador, esperando nuevas boutades del que ya no tiene nada que demostrar. Dardos de ojo guiñado, que no afectan ni siquiera a los ofendidos, como el propio Lars Ulrich que cuenta su experiencia como telonero de los Stones, encantadísimo de disfrutar en primera persona de la arrogancia rockera de sus Satánicas Majestades.   

Y es que es imposible enfadarse con tipos como este al que, gustos aparte, se le debe reconocer el mérito del superviviente. Las bombas caen a su alrededor y este año ha tenido que despedirse de sus amigos B.B. King y Bobby Keys. 

Y sin embargo, ahí sigue. 

Envuelto en humo y leyenda, con su chaqueta de piel de serpiente, su calavera de plata y esa Fender que le sienta como a nadie. 

Maravillado por la contradicción de que precisamente sea él, el soldado que vaya a regresar a casa.


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