lunes, 4 de noviembre de 2013

CHRIS ISAAK. “FOREVER BLUE”.


   
La diferencia se percibe desde la portada.

El primer plano de Chris Isaak sonriendo en San Francisco Days (1993) había sido sustituido por una fría instantánea del cantante pensativo, junto a su Chevrolet.

En su interior, la melancolía infinita de Roy Orbison y Buddy Holly en la purga por el amor abandonado.

Pese a ello, esta obra conceptual, lejos de deprimir o resultar ñoña, supone una exquisitez para connoisseurs que nunca defrauda cuando se acude a ella.

No suelo escuchar la canción inicial, el turbulento blues Baby Did A Bad Bad Thing. Por eso, mi Forever Blue (1995) comienza con Somebody’s Crying.

Delicado medio tiempo en el que Isaak se distancia de su frustración cantando en tercera persona sobre alguien que llora y pide  que le confirmen que nunca más habrá amor. Finaliza con esos falsetes imposibles, marca de la casa, y precede a uno de los temazos del LP.

Graduation Day, sonido más austero que en el anterior tema, mucho más si se compara con la producción de anteriores trabajos. Destaca el aire country que le da el pedal steel. Sin embargo, su letra la emparenta directamente con el imaginario de Springsteen: la nostalgia de la juventud, los sueños incumplidos, y, por supuesto, el desamor.

En Go Walking Down There, Chris avanza en las fases del duelo y la tristeza da paso a la cólera. Un redoble de batería inicia una enérgica canción que le da tensión al disco al gritar Isaak su rabia por no tener el amor del que disfrutan los demás.

No obstante, es sólo un amago y el artista pronto vuelve a revolcarse en la tristeza y a suplicar por otra oportunidad en la sencilla Don´t Leave Me On My Own, o a engañarse pensando en que todavía no se ha acabado, en la sombría Things Go Wrong. A estas alturas del álbum, queda clara la intención de dejar en un segundo plano a los instrumentos para darle espacio a la lágrima en la garganta de Chris Isaak.

Y llegamos al momento culmen del CD, donde el cantante, paradójicamente, toca fondo. La toma de conciencia de que ella no volverá, se cuenta con el gemir de una guitarra acústica y un susurrante Forever Blue. El suspiro traducido en canción.  

Se levanta el vuelo y, aunque habla de lo mismo, hay más empuje en There She Goes y, sobre todo, en la eléctrica cana al aire de Goin´ Nowhere, en la que Chris, entre aullidos, le dice que es la clase de chica que luce mejor desnuda.


El siguiente tema es otro de mis favoritos. Oscura atmósfera surf en un Change Your Mind que hace entender el porqué directores de mirada turbia como Kubrick o Lynch decidieron contar con el californiano en sus bandas sonoras. La parte recitada del final, puro caviar.

Alma ranchera en la introspectiva Shadows In A Mirror que contrasta con el optimismo de una I Believe que ya contempla la posibilidad de la felicidad sin ella.

The End Of Everything pone un lánguido broche al disco y te envía flotando de vuelta a Somebody´s Crying, para otro paseo por esta maravilla, atemporal, nocturna y redonda como pocas, que define la melancolía como la felicidad en la tristeza.

Y otro día hablamos de la mejor canción de la Historia que, casualmente, también es de Chris Isaak.

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